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¿Cómo trabajar con tecnología
en la escuela?
Organizada por Fundación Telefónica
y El Sabio, el 30 de octubre de 2002 se llevó
a cabo la jornada para docentes “¿Cómo
trabajar con tecnología en la escuela?”
La jornada estuvo orientada al análisis
de los modos en que la tecnología puede ser incorporada
en la escuela. Participaron en esta actividad alrededor
de 300 directivos y docentes de diversos niveles.
La Dra. Edith Litwin, Profesora Titular Plenaria
de Tecnología Educativa de la Universidad de
Buenos Aires y Directora del Instituto de Investigaciones
en Ciencias de la Educación de la misma Universidad,
desarrolló la conferencia central de la jornada.
Participaron del evento los especialistas Alicia W.
de Camilloni, Luis Alberto Quevedo y Marta Libedinsky
abordando el análisis desde perspectivas pedagógicas,
comunicacionales y cognitivas. También se presentaron
proyectos que incluyen tecnología llevados a
cabo por diferentes instituciones educativas.
Presentamos la conferencia de Edith Litwin, esperando
que contribuya a la reflexión sobre las posibilidades
que ofrecen los nuevos desarrollos tecnológicos
para el trabajo que las y los docentes llevan a cabo
cotidianamente en las aulas.
Transcripción
La conferencia que voy a dictar está dividida
en tres partes. En una primera parte voy a hablar de
la escuela, las modas, las reformas, el hoy y el mañana.
En la segunda parte voy a hablar de las tecnologías,
de las viejas y nuevas tecnologías y las preocupaciones
que instalan. Finalmente, voy a plantear algunas conclusiones
que pueden ser de interés para poder pensar los
desafíos de las nuevas tecnologías.
Entonces, en esta primer parte en la que voy a hablar
de modas, historias y trivialidades, les quiero contar
un problema matemático que se difundió
por la web. Era prácticamente una broma dirigida
a docentes que contaba cómo habían ido
evolucionando a través de las décadas
los enunciados de un problema matemático. Estaba
inspirado en un relato de Liliana Tolchinsky y Ana Teberosky
en un libro titulado: “Más allá
de la alfabetización” y en el que se señalaban
los cambios en los enunciados de un problema matemático.
En la década de 1960 se enunciaba:
“Un campesino vende una bolsa de papas a cien
pesos. Los gastos de producción se elevan a las
4/5 partes de la venta. ¿Cuál es el beneficio
que obtiene el campesino de la venta?”
En la enseñanza tradicional de los 70 el enunciado
cambiaba:
“Un campesino vende una bolsa de papas a cien
pesos. Los gastos de producción se elevan a las
4/5 partes de la venta, es decir a 80 pesos. ¿Cuál
es el beneficio que obtiene el campesino de la venta?”
En la enseñanza moderna del 70 el enunciado
sostenía:
“Un campesino establece una correspondencia F
entre un conjunto P de papas y uno M de monedas. El
cardinal del conjunto M es igual a cien y cada elemento
PFM vale un peso. Dibuja cien puntos que representen
los elementos del conjunto M. El conjunto G de los gastos
de producción contiene 20 elementos menos que
el conjunto M. ¿Cuál es el cardinal del
conjunto B de los beneficios? Dibuja este conjunto en
rojo.”
La enseñanza renovada del ´80 proponía:
“Un agricultor vende una bolsa de papas por 100
pesos. Los gastos de producción se elevan a 80
pesos y el beneficio es de 20. Tarea: subraya la palabra
papas y discútela con tu compañero.”
En la enseñanza reformada del ´80:“Un
terrateniente privilegiado se enriqueció injutamente
con 20 mangos por una bolsa de papa. Analiza el testo
busca la fartas de ortografía sintáis
y puntuación y cuenta que piensas de esta manera
de enriquecerse.”
Enseñanza asistida por ordenador del 90’:
“Un productor del espacio agrícola en red
de rea global peticiona un databank conversacional que
le displaya el day–rate de la papa. Después
se baja un software computacional fiable y determina
el cash flow sobre una configuración floppy y
disco duro de 40 megabyte. Dibuja con el mouse el contorno
integrado 3D (tres dimensiones) de la bolsa de papas
y después sigue las indicaciones del menú.”
Enseñanza de 2000: “¿Qué
es un campesino?”
Iniciar esta charla con los cambios que a través
de los años impulsaron las reformas o propuestas
de mejoramiento, nos instala frente a la preocupación
en torno a lo que se modificó cuando se gestaron
proyectos nuevos, reformas en el currículo o
introducción de nuevos materiales y nuevas tecnologías
en las aulas. Tal como el enunciado del problema matemático,
es posible reconocer en muchas propuestas, que se generaron
cambios en las ramas y que quedaron las raíces
sin modificar.
En el caso de los movimientos de reforma de los últimos
veinte años, podemos identificar cambios que
se hicieron, cambios que se hicieron mal y cambios que
no se hicieron. Los cambios que se hicieron tienen que
ver con modificaciones en la estructura del sistema
educativo. Es bueno aplaudir que se puedan incorporar
cada vez más chicos en el sistema educativo.
La prolongación de los años de obligatoriedad
escolar era una deuda contraída con la sociedad
ya hace tiempo. Sin embargo, el tema sigue siendo fuente
de preocupación cuando uno piensa en las condiciones
para esa incorporación. Pero lo que es cierto,
es que no puede ser tema de controversia la ampliación
de las cohortes en el sistema educativo en tanto es
un tema de justicia social.
Cuando uno piensa lo que se hizo mal, no se puede dejar
de reconocer la escasa participación de los docentes
en los cambios curriculares. Los especialistas que renovaron
los conocimientos y los actualizaron, fundamentalmente
agregando contenidos, no entendieron de qué manera
esos contenidos se remozan, se imparten o se incorporan
en los currículos vigentes. Era necesario acompañar
esos procesos de renovación curricular con cambios
en las estructuras de las escuelas y de las aulas; en
las estructuras edilicias y administrativas, en las
organizaciones de las escuelas, especialmente en la
escuela media, donde la división de asignaturas
dificulta los procesos de aprendizaje genuino de los
estudiantes y cualquier renovación que tenga
sentido.
También podemos identificar cambios que no se
hicieron. Los currículos estructurados por cotas
de aprendizaje y centrados en la evaluación dieron
cada vez más pie a currículos cada vez
más veloces, más fugaces, recargados de
contenidos. La idea de pensar en un currículo
desde una perspectiva evaluativa implicó pensar
en un currículo para la comparación y,
por lo tanto, implicó pensar en un currículo
sin comprensión de los contextos, sin dar cuenta
de los entornos diferentes, sin reconocer que las pruebas
de evaluación, al pretender ser pruebas comparativas,
nos alejan cada vez más de las realidades de
las aulas.
En un estudio realizado en México y llevado
a cabo por la Secretaría de Instrucción
Pública se correlacionaron los datos de evaluaciones
administradas a las y los alumnos de diferentes niveles
del sistema con evaluaciones de similares contenidos
a sus docentes. Además se correlacionaron las
evaluaciones de los estudiantes con otros datos de la
carrera académica de sus docentes –maestrías
y doctorados- materiales de enseñanza, antigüedad
de la docencia, estrategias empleadas, referencias a
investigaciones realizadas por los docentes y clima
de la clase. Un dato interesante muestra la escasa correlación
para los diez primeros años de escolaridad entre
el conocimiento de los estudiantes y el correspondiente
a los docentes medido mediante evaluaciones similares.
Tampoco se encontró una relación significativa
entre los aprendizajes exitosos de los estudiantes con
las carreras académicas de los docentes sean
éstas maestrías, doctorados o cursos de
capacitación. También tiene un nivel bajo
de correlación la introducción de nuevas
tecnologías, estrategias novedosas de enseñanza
o materiales actualizados. La antigüedad en la
enseñanza, en cambio, ofrece diferencias entre
los primeros cinco años de experiencia y una
experiencia superior a ésta, pero una vez establecida
la diferencia no se ahonda aun cuando los años
de trabajo sean veinte o más.
La mayor correlación positiva entre los aprendizajes
exitosos de los estudiantes y las actividades desplegadas
por los docentes refiere a los docentes que “dan
clase” durante más de una hora y media
por día. Esto es, la modesta explicación
que más de una vez sólo tiene de sofisticado
el uso del pizarrón y la tiza. La cultura de
la clase, la entrega de deberes a tiempo, la corrección,
la explicación por parte de los docentes tienen
una profunda significación para los aprendizajes
escolares. También se correlaciona positivamente
el éxito de los aprendizajes de los estudiantes
medido mediante pruebas con el clima de la clase, indagado
en esta investigación a través de tres
preguntas: ¿en la clase, tus compañeros
te dejan trabajar?, ¿hay peleas en el aula?,
¿tenés amigos en la clase? Ofrece también
correlación el conocimiento que el docente tiene
del entorno del estudiante, sus padres, la problemática
del hogar.
Las correlaciones se modifican mientras se avanza en
los diferentes años y niveles de escolaridad
mostrando que el conocimiento didáctico impacta
más en los niveles más altos del sistema
educativo, pero para los diez primeros años de
la instrucción pública, estos datos nos
proporcionan una seria preocupación en relación
con la necesidad de generar propuestas formativas que
reconozcan en la profesión docente tanto la responsabilidad
profesional como la cívica y la ética.
A la hora de revisar las cuestiones sustantivas de
los procesos formativos nos preguntamos, entonces, qué
es relevante y qué no lo es en esos procesos.
Esta pregunta, casi esencialista, suele ser respondida
frecuentemente recuperando al valor de la práctica
para la formación o el del dominio de la disciplina
que se pretende enseñar.
Otra de las cuestiones que tiene asociación
y también de mayor interés, es el conocimiento
que el docente tiene del entorno del chico. El conocimiento
que tiene acerca de si su papá tiene trabajo,
si vive con el papá y la mamá o si vive
sólo con la mamá, si tiene hermanos, etc.
Ese conocimiento de la vida de las casas, ese conocimiento
de las familias, genera asociación con el rendimiento
de los estudiantes.
Al analizar las reformas nos encontramos con una situación
paradojal. Al tiempo que se impusieron achataron los
procesos innovadores. Frente a esto nos preguntamos
cómo preparar a personas libres y creativas en
instituciones profundamente jerárquicas y prescriptivas,
cómo volver a encantar a los docentes cuando
se les quitó el derecho al contenido, cómo
poder pensar otra vez en el docente y en una propuesta
responsable y en una institución que aprenda,
en una institución que mejore aun en situaciones
de difícil contexto y en situaciones de crisis.
Necesitamos reconocer que las escuelas se inundaron
de contexto. Esta inundación del contexto está
haciendo correr peligro a la escuela, peligro de naufragar
como escuela. La eficacia en las escuelas se tradujo
en calidad a partir de las resistencias al naufragio,
y se empezó a generar una problemática
social por la cual la escuela se transformó en
un espacio de mayor seguridad que el de la casa o el
de la calle.
Si uno analiza la producción teórica
de Steinberg y Kincheloe acerca de la cultura infantil
empieza a reconocer por ejemplo, algunas propuestas
de los medios de comunicación, algunas creaciones
culturales que tratan de reflejar esta problemática.
Pensemos, por ejemplo, en la película “Mi
Pobre Angelito”: en esta película, el drama
del chico es el abandono, ya que pierde a los padres
y se encuentra solo en la casa y solo en ella tiene
que sobrevivir. Un espacio inseguro, pero que fue construido
inseguro porque fue insegura la familia a la hora de
protegerlo. Si uno piensa en Harry Potter, un libro
que los jóvenes han leído, un libro que
los chicos han leído, vemos que muestra similar
problemática. Harry no encuentra un espacio de
seguridad en la casa y, la escuela, en este caso la
escuela de magos, es una escuela que ofrece más
protección que la misma casa. Hoy podemos reconocer
chicos de la clase media de la población que
vienen a la escuela con una cuerda colgada a su cuello
con una llave que indica que cuando vuelvan a sus casas
también van a estar solos. Van a tener seguramente
que cocinar, cuidar a su hermanito –si es que
vuelve con un hermano menor de la escuela-. Nos está
mostrando que la escuela, que protestó tanto
porque no podía asumir el papel de casa, el papel
educativo protector que debían asumir los padres,
etc., se encuentra hoy obligada a hacerlo. Empezó
a hacerlo a partir de esa inundación del contexto
y necesita asumir responsablemente que configura un
nuevo espacio de seguridad en la sociedad postmoderna.
Este análisis tiene que ver con una infancia
desaparecida como categoría teórica, con
chicos que evidentemente no tienen infancia y que necesitan
asumir responsabilidades de nuevo tipo. Desde este lugar
quisiera pensar la escuela y quisiera pensar también
que en estas difíciles y complejas situaciones
y a pesar de ellas, es una institución optimista.
Es optimista porque cree en el conocimiento, porque
cree que se puede aprender, porque pelea por el conocimiento
y por el aprendizaje. Es una escuela optimista porque
se piensa desarrollando capacidades cognitivas, sociales,
estéticas, emocionales, teniendo en cuenta los
niveles socio-económicos, el medio familiar y
los aprendizajes previos de los chicos. Ella supone
la idea de valor añadido, no por poner acento
en el contenido sino por su particular modo de tratamiento
y por el énfasis en alguna idea o proyecto que
propone y trata de compartir con sus miembros. Adscribir
a este proyecto es una idea esencial para la escuela.
Darle nombre y perfil a la escuela, tratando de desplegar
su capacidad de aprender. Es la escuela la que tiene
que aprender, es la escuela la que tiene que, lamentablemente,
construir vallas enormes para que el contexto no la
inunde y recuperar el sentido con el cual nació.
Creo que la escuela debe transformarse en un verdadero
centro cultural y tomar decisiones culturales, tiene
que pensar que promueve el desarrollo profesional de
los docentes en términos de una reflexión
constante y rigurosa acerca de la práctica profesional
en donde la sabiduría no se deseche, en donde
el conocimiento de los docentes en torno a sus prácticas
y experiencias no se deseche. No son las reformas con
el criterio de empezar todo de nuevo las que ayudan
a las escuelas a ser cada vez más firmes para
que los contextos no las invada. Valorar el trabajo
en equipo, la posibilidad de pensar y dar espacio al
trabajo de equipo. Tratar de encontrar consistencia
entre el discurso público y el modelo de gestión.
Pensar que lo que provoca la invitación al estudio
para sus estudiantes es también la invitación
al estudio para sus profesionales. Entonces esta escuela
será un espacio para seguir pensando.
En un libro de reciente publicación de Philip
Jackson nos escribe acerca de “la engañosa
simplicidad de la enseñanza”. Cuando nosotros
pensamos si hay que saber mucho para enseñar,
nos encontramos que mucha gente dice que no, que para
enseñar, con tal de que sepan la disciplina es
suficiente. Otros dicen que hay que saber algunas otras
cosas. Pero a la hora de preguntarse qué otras
cosas, surgen cuestiones que podríamos llamar
de sentido común. Por ejemplo: si estás
hablando a la gente, a los chicos, tenés que
mirarlos; si todos los chicos toman nota y uno no toma
nota, tenés que ver por qué no toma nota.
El problema es que ese sentido común no parece
tener una sola voz. Si estás pensando que el
que no toma nota es porque está distraído,
a lo mejor te encontrás con que el que no toma
nota es porque tiene una profunda memoria auditiva y
no necesita tomar nota, y el tomar nota puede ser distractor.
Bueno, entonces quiere decir que hay voces alternativas
y que, por lo tanto, el sentido común no es tan
sencillo de descifrar. Philip Jackson dice que muchas
veces estas voces alternativas implican para el docente
una profunda dificultad para tomar una decisión.
Con esto queremos decir que más de una vez ser
débiles frente a una situación de mala
conducta, o ser duros frente a la misma situación,
puede ser favorable en un caso y desfavorable en el
otro con independencia de la misma situación.
Tiene que ver con el contexto, con los chicos, con nosotros,
con la escuela, y con una serie de situaciones que hacen
que permanentemente para cada uno de los docentes sea
difícil escuchar las voces del sentido común.
¿Qué es lo que pasa cuando alguien no
lo posee? Bueno, cuando alguien no lo posee ¿le
puedo dar un seminario de sentido común? ¿quién
se anota para dictarlo? Porque parece que no es tan
difícil dictar un seminario de sentido común.
Philip Jackson dice que lo que seguramente genera dificultades
son los criterios, son las razones que subyacen a ese
sentido común. Y quizás ahí sí,
a través de la sabiduría práctica,
podríamos recomponer para la formación
docente y para nuestras escuelas, un análisis
exhaustivo acerca de estas cuestiones que tienen que
ver con las razones y que tienen que ver con ese sentido,
con ese criterio, frente a situaciones alternativas
y paradojales del sentido común.
Finalmente Jackson dice “en la engañosa
simplicidad de la enseñanza” hay cinco
cosas que hay que saber para enseñar. La primera,
ser justo en el trato. La segunda, dominar profundamente
el contenido. La tercera, poder ser equilibrado entre
las críticas y los elogios. Quizás, poder
dar cuenta del sentido de humanidad. La cuarta, reconocer
errores. Esto quiere decir que el docente aprende. Si
el docente reconoce errores, quiere decir que es dúctil
para los procesos del aprender. Y la quinta, tan simple
pero tan del sentido común –también
la vimos en la investigación mexicana-, corregir
deberes y devolver deberes. Y estas serían, para
un estudioso de las cuestiones del aula, las cinco cuestiones
que hay que saber a la hora de pensar la buena enseñanza.
Quisiera ahora, entonces, poder mirar con ustedes frente
a este panorama, cuál es el panorama que le cabe
a las escuelas en relación con las tecnologías.
Si pienso en las escuelas en relación con las
tecnologías, me gustaría pensar siete
cuestiones diferentes. En la historia de los usos de
las tecnologías en las aulas, vemos que los docentes
fueron incorporando las tecnologías para poder
resolver los problemas de difícil comprensión
y para poder resolver los problemas de difícil
enseñanza. La tecnología aparece como
una cuestión de ayuda oportuna. Vieja idea la
de la comprensión y la de la ayuda. Vieja idea
la de la herramienta, que no nos abandonó a lo
largo de los años en relación con el sentido
de la incorporación de tecnologías en
las aulas. Quizás en ese sentido de la incorporación
de tecnologías en las aulas, no me gustaría
olvidar que la primera herramienta que nos ayudó
a resolver esto y que vino a nuestro camino para resolverlo,
fue la modesta tiza y el pizarrón. Esa es una
tecnología que, sigo pensando, es tecnología
de punta. Recuerdo una frase de Juan Carlos Tedesco,
investigador argentino, que decía: “en
América Latina lo más barato es el docente”.
Bueno, después viene la tiza y el pizarrón.
Entonces pensemos que tiza y pizarrón son una
ayuda permanente en las aulas y son tecnología
de punta. Pensemos que se pueden sofisticar los estudios
que dan cuenta de sentidos más interesantes para
estos modestos tiza y pizarrón, por ejemplo,
estudios muy interesantes acerca del papel de la percepción
en la enseñanza y el aprendizaje. Y estos estudios
se van desarrollando a medida que avanzamos en el despliegue
tecnológico y encontramos nuevas tecnologías
también para ofrecer más ayudas en el
aula, para resolver los problemas de difícil
enseñanza o de comprensión.
Por otra parte, nos encontramos con que hay una preocupación
en los docentes por la información que traen
estas tecnologías a través de los medios
de comunicación. Para algunos docentes, “el
enemigo se mete en casa” y por ello, hay que poder
generar o dotar a los estudiantes de estrategias de
protección ante los efectos perniciosos de los
medios. Y este ha sido un tema importante en el conocimiento
de los docentes respecto de los usos de la tecnología.
Desde ese lugar, un estudio muy interesante de Pérez
Gómez, planteaban que había que poder
pensar que el conocimiento provisto por los medios de
comunicación, para que la escuela no fuera ficcional,
había que reconstruirlo de alguna manera y usarlo
de puente para favorecer comprensiones. Estas interesantes
ideas tienen que ver con una tecnología que,
si ustedes quieren, no se crea a propósito del
aula sino que se tiene en cuenta y que implica poderosas
actividades de los docentes a partir de su existencia
independiente.
Cuando uno piensa en las tecnologías en la escuela
media, y uno ve cómo entraron a las escuelas
medias, uno ve que los docentes, por ejemplo, comenzaron
a traer películas a la escuela y, de alguna manera,
reorganizaron las tareas del aula. Y cuando uno dice
reorganizaron, lo dice de una manera muy sencilla, porque
la película dura más que los 45 minutos
o que los 80 que a lo mejor dura la jornada. Entonces,
esas películas más largas que el horario
de clase, terminaron generando una propuesta de reorganización
de la misma estructura. Pero junto con esta necesidad
de reorganizar administrativamente las clases, se crearon
otras cuestiones: los profesores escolarizaron los films,
tomaron las obras en un sentido empobrecedor en más
de una oportunidad. Cuando se tomaba una obra dramática
de Shakespeare, se estudiaba el contexto sociohistórico
y otras cuestiones que hacían perder el verdadero
sentido estético de la obra. Pensado desde este
lugar, también a veces las tecnologías
ocupan el lugar de la ilustración. Y al jugar
el lugar de la ilustración terminan siendo tecnologías
para el tratamiento de los bordes de las disciplinas
o tecnologías para los tratamientos light.
Es interesante ir recorriendo esta historia porque
cuando lleguemos a las nuevas tecnologías vamos
a poder ver cómo estas categorías de análisis
hoy se revisan. Tecnologías nuevas que se incorporan
para la comprensión y para resolver los problemas
de difícil enseñanza, tecnologías
nuevas que se incorporan para tratamientos light o de
borde, tecnologías nuevas que también
tienen este efecto de ilustración en las aulas
o tecnologías que reorganizan los espacios del
salón de clases.
Creo que no se puede dejar de analizar también
algunas propuestas fóbicas o propuestas críticas,
que ignoran los mensajes y generan programas de habilidades
cognitivas. Se silencia el mensaje como propuesta tecnológica
y los docentes y alumnos hablan de otra cosa, tratando
de pensar cómo se pueden desmontar esos procesos
del aprender del sujeto. Es una propuesta que yo llamaría
“propuesta silenciada”: se silencia el mensaje
y se desarrollan habilidades cognitivas. En esas propuestas
silenciadas nos hemos encontrado con muchos programas
interesantes a lo largo de los años en los proyectos
educativos escolares. Pero también existen los
del otro extremo, los que confieren un extraordinario
valor al mensaje, y en realidad reconociendo ese extraordinario
valor del mensaje, se llaman a silencio. Entonces, al
llamarse a silencio, dicen dejar hablar al material
y no oscurecerlo con actividades pedagogizadas que no
nos dejarían velar por el verdadero valor de
ese material. Nos preguntamos frente a estas propuestas
que están en las antípodas –silenciosas
o silenciadas- si realmente permiten avanzar en reconocer
cuál es el valor del contenido, cuál es
el valor de reflexionar en torno al contenido, cuál
es el valor de reflexionar en torno al contenido actualizado
y a un espacio en el aula en donde se piense.
A lo largo de las últimas décadas, los
docentes y los investigadores se preguntaron qué
pasó con las mentes de los jóvenes por
estar expuestos a las tecnologías o por operar
por ellas, si se generaron nuevas maneras de pensar,
esto es, si se generó residuo cognitivo o impregnación
cognitiva, es decir, si hubo repercusiones en la mente
de los jóvenes a partir de operar con estas tecnologías.
Y de esta manera nos preguntamos si estas tecnologías
están enmarcando, si pueden potenciar las propuestas
educativas y qué es lo que cambió en este
panorama al introducir las nuevas tecnologías
en las aulas.
Si empezamos a estudiar qué cambió en
el panorama, volvemos a reconocer propuestas tecnofóbicas
y propuestas tecnofílicas. Volvemos a encontrar
que más de un docente manifiesta un rechazo maniqueo
por las tecnologías y dice “Los alumnos
ahora leen menos, los alumnos ahora se entretienen con
los jueguitos, los alumnos ahora han dejado el pequeño
espacio que habíamos construido para ellos y
ya no lo poseen más”. Por otro lado, encontramos
docentes fascinados por la herramienta tecnológica
dicen: -“ya no es posible decir que no tenemos
actualización, ahora estamos actualizados, ahora
tenemos contenidos a nuestra disposición a través
de la web”. Pensamientos de este tipo, cinismo
tecnocrático y cinismo crítico, no nos
ayudan a pensar el valor de las tecnologías en
las aulas.
Yo creo que habría que volver a pensar en las
categorías anteriores a la hora de ir mirando
cómo se fueron incorporando las diferentes tecnologías
en el salón de clase, cuándo limitaron
algunas propuestas pedagógicas, cuándo
las caracterizaron o cuándo las potenciaron.
En algunos casos, cuáles son las propuestas silenciadas,
cuáles son las propuestas silenciosas, qué
resguardos tenemos que poner frente a la información
que nos provee la web, ante la cual debemos incorporar
la hipercriticidad y la preocupación fundamental
por reconocer quién proveyó esa información,
cuándo, dónde, etc.. Más de una
vez, los chicos hacen una investigación, por
ejemplo, de Grecia y la información que manejan
sobre Grecia está proporcionada por una agencia
de turismo y tiene que ver con datos referidos a situaciones
de entretenimiento o vacacionales.
Yo creo que las tecnologías impactan en el conocimiento
fundamentalmente porque ponen a nuestra disposición
conocimiento actualizado. Si las escuelas son lugares
de conocimiento, contar con conocimiento actualizado
es una posibilidad fabulosa a disposición de
las escuelas. Pero al mismo tiempo, necesitamos enseñarle
a los docentes a contar con ellas, y estos procesos
que implican que los docentes puedan contar con estas
tecnologías son procesos que se inician en las
situaciones de formación docente. Son los docentes
que en las propuestas de formación tienen que
incorporar estos desafíos de trabajar con conocimiento
actualizado a partir de docentes que les enseñan
a contar con información actualizada en las mismas
clases.
Con esto quiero decir que las tecnologías se
incorporarán en las aulas cuando en realidad
se hayan incorporado en las aulas de formación
docente. Si son parte de las propuestas de formación,
es probable que su incorporación sea cada vez
más fácil y genuina. Creo también
que nos ofrecen, además de información
actualizada, otras alternativas. Nos ofrecen la posibilidad
de alentar nuevas propuestas comunicacionales, la posibilidad
de proyectar trabajos grupales, de realizar intercambios
con otras escuelas, con otros contextos. Nunca más
actual que hoy, a través del uso de las tecnologías,
estas ideas de que “cercano” y “lejano”
tienen una nueva dimensión para nuestros espacios
escolares.
Cuando uno piensa esto también piensa, en términos
comunicacionales, que las tecnologías potencian
la relación de los docentes con los estudiantes.
Cuando analizamos cómo potencian las relaciones
entre docentes y estudiantes nos encontramos fundamentalmente
con muy buenas experiencias, fundamentalmente en enseñanza
superior, en docentes que hoy trabajan y corrigen los
trabajos de los estudiantes, se comunican, los orientan
a través del uso de correo electrónico.
Pero cuando indagamos en estos docentes y cómo
han incorporado el uso de correo electrónico
a sus aulas, nos encontramos que esos docentes ya habían
incorporado tutorías en las aulas, y que habían
utilizado tutorías en los bares, los pasillos,
los cafés. Parecía entonces que aquello
que estaba en el corazón de las propuestas de
enseñanza, en términos de nuevos vínculos
pero en términos de ayuda, ya había estado
en otras formas más simples, en otras formas
colaborativas, que se ven de alguna manera potenciadas
por las nuevas tecnologías.
Con esto quiero decir que no inventamos las relaciones
epistolares ni inventamos los encuentros tutoriales
a partir de las nuevas tecnologías, pero sí
que encontramos nuevos espacios y nuevas posibilidades.
En todos los casos de relaciones comunicacionales de
este tipo, también estamos hablando de nuevos
espacios, que generan nuevos trabajos y que necesitan
de nuevos tiempos para los docentes. Si nos olvidamos
que estos nuevos espacios requieren otros tiempos y
que el comunicarse con nuestros estudiantes también
lleva tiempos diferentes a los tiempos habituales porque
no estaban incorporados los espacios del aula, nos equivocamos
en la propuesta pedagógica. Con esto quiero decir
que no se agregan sino que se reconstruyen, se resitúan
los espacios pero si no entendemos que esto implica
parte de cuestiones nuevas para contemplar, es probable
que esté poniendo parches en situaciones difíciles
que finalmente entorpezcan más el trabajo educativo
de los docentes.
El problema no es fácil, porque más de
una vez logramos potenciar las propuestas educativas,
pero en esta posibilidad de potenciar las propuestas
educativas tenemos también que pensar los tiempos
que cada uno de nosotros como docentes necesitamos para
poder hacerlo. Cada vez que aparecen nuevas posibilidades,
nuevos problemas, nuevos entornos comunicacionales,
nos encontramos con que necesitamos tiempo para pensar
las nuevas propuestas, para realizarlas, para revisarlas
y para mejorarlas. Y estos son los problemas que hoy
tenemos. Son problemas difíciles de resolver
en los difíciles contextos de práctica,
pero evidentemente están a nuestra disposición.
Si salimos del pensamiento maniqueo, si salimos de la
tecnofobia y de la tecnofilia, podemos encontrar excelentes
ayudas para mejorar nuestras propuestas.
Creo que no se trata sólo de entender que hay
una herramienta nueva a disposición. Hay una
herramienta y hay un entorno. Hay nuevas formas comunicacionales,
no sólo informacionales. Si yo recuerdo la experiencia
de México, no se planteaba allí un problema
de conocimiento actualizado sino un problema de propuesta
pedagógica en donde ese conocimiento se trataba.
Por supuesto que uno en una escuela no está pensando
en conocimientos obsoletos.
En esos marcos se producen innovaciones cuando se incorporan
estas tecnologías, pero muchas veces las innovaciones,
contradictoriamente, traspasan las vallas que impone
el buen razonamiento. Acuden a un pensamiento aventurero
sin que esto implique reflexión. Contienen una
cuota importante de saberes básicos y consisten
la mayoría de las veces en una cadena continua
de mejoras acumulativas. Las nuevas tecnologías
pueden ayudar en el proceso educativo, siempre y cuando
se incorporen al aula y ayuden a reconstruir y reorganizar
las tareas de las aulas encontrando, entonces, como
herramientas, como manos que se alargan para ayudarnos
a trabajar. Pero siempre que podamos seguir sosteniendo
que las instituciones lo primero que tienen que hacer
es recuperar su optimismo y la confianza en los saberes
prácticos de los docentes, reconocer la sabiduría
que albergan y, poniendo los pies en el futuro, seguir
teniendo también los pies en el presente para
poder entender estas vallas importantes que la escuela
tiene que construir para que no nos inunde el contexto
y para que sigamos apostando por la educación.
Muchas gracias.
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