CO-housing

Por Borja Izaola:

 

Es un tipo de vivienda colaborativa que facilita el sentido de comunidad de sus residentes, mediante redes de apoyo mutuo. Las personas residentes suelen ser propietarias de sus viviendas particulares y compartir objetivos económicos, medioambientales y sociales a un nivel muy doméstico y práctico. Equilibra las ventajas clásicas de la propiedad privada (emancipación, customización, autogestión, autorreferencia) con los beneficios de los equipamientos y espacios compartidos (dimensionamiento optimizado, eficacia de uso y mantenimiento) y las relaciones vecinales estrechas (corresponsabilidad, redes de confianza). Tiene un enorme potencial sostenible por su fácil accesibilidad, la claridad de las intenciones colectivas y la diversidad individual.

Nació en Escandinavia hace 30 años, derivada de tradiciones históricas locales de vivienda colectiva. El arquitecto Jan Gudmand-Høyer creó una versión actualizada del tradicional modelo “Kollektiv” en los años 70, que llamó “Bofællesskab” o “comunidad vivencial.” En los 80, los arquitectos californianos Kathryn McCamant y Charles Durrett introdujeron el modelo en USA y los difundieron por américa y UK. La traducción “cohousing” es suya. En Dinamarca es un modelo muy extendido en la actualidad, con un 10% del total del parque de viviendas bajo el modelo “Andel” de cooperativas de cesión de uso.

Por un lado, reacciona contra la característica principal que las instituciones sociales pretendían preservar (cohesión social) y, por haber cedido a leyes de mercado, se ha convertido en su principal carencia, que se evidencia en el mecanismo de parcelación urbanística, especialmente en las áreas de baja densidad. El patrón de vivienda que ha prevalecido se justifica en un tipo de familia nuclear “independiente” (Hasell & Scanzoni, 1997), idealizado en la vivienda unifamiliar acesible en vehículo, rodeada por un césped, vallas y calles anchas que no buscan la interacción entre vecinos, sino la conservación de la propiedad privada adquirida en el mercado. La cohesión social en cohousing nace de la inclusión, no de la segregación.

El cohousing bebe de una serie de principios y propuestas alternativas anteriores:

Da respuesta a la “la sed de comunidad” actual e histórica (Margaret Mead analizó que el 99% de la historia humana las personas han vivido en grupos de entre 12 y 36 personas), que se muestra hoy en dia en las nuevas tribus y comunidades urbanas y neorurales (Utne, 1993). En este sentido, aunque se tiende a pensar que la comunidad queda definida sólo por las creencias compartidas por un grupo de personas, una definición más amplia puede ser incluir su lugar compartido: “Comunidad es un grupo de personas que ocupan un territorio común en el que establecen de manera participada sus reglas y costumbres” (Spreitzer, 1992).

Introduce el concepto de corresponsabilidad (Scanzoni, 2000, Peck, 1993). La calidad de las relaciones sociales queda expresada a través de una serie de interacciones, interdependencias, colaboraciones, proyectos comunes, toma de decisiones participadas y mantenimiento y gestión compartida (Fromm, 1991; Shaffer & Anundsen, 1993).

El vecindario del cohousing se compromete a diseñar de manera participativa todos sus procesos definitorios, enriqueciendo así a las “comunidades intencionales”, que se definen como “grupos de personas que eligen convivir con propósitos comunes, trabajo colaborativo y un estilo de vida que refleja sus valores centrales” (Questenberry, 1995). Estas comunidades varían entre las muy ideologizadas y las puramente pragmáticas, cada una con su conjunto de normas y estilos de liderazgo. Pero todas ellas comparten objetivos ecológicos y humanistas entre los cuales la experiencia comunitaria es central (Kozeny, 1993). En ellas, la acción social es el instrumento que genera sentido y propósito colectivo, y define el estilo propio. La comunidad es una estrategia de interrelaciones y posicionamiento ante el contexto mayor. Las necesidades individuales se respetan a través de una estructura basada en la equidad y el consenso. En cohousing, el respeto y la opción por la diversidad de compromisos individuales, es aún más fundamental, dotando al lugar, tanto o más que a la opción social, de su carácter definitorio.

El diseño en cohousing tiene dimensiones sociales, físicas y procedimentales. Lo social es
intencional, democrático y mutuo. Lo físico es sostenible e interrelacional. Los procesos son participativos y autogestionados. El resultado es una comunidad donde las aspiraciones de estilo de vida de l*s residentes, en su diversidad, están estrechamente adecuadas al entorno construido y natural; por lo cual el diseño participativo es un elemento fundamental del cohousing.

En teoría de cohousing se marcan una serie de normas de diseño llamadas “diseño para el contacto social” (Fromm, 1991), o “diseño para facilitar la comunidad” (Durrett, 2000). Estos principios de diseño que buscan desarrollar la propincuidad entre los residentes. Sinónimos de propincuidad son “cercanía”, “proximidad”, “inmediación”, “contiguidad”. La palabra tiene un sentido afectivo e imitativo por simple contacto de vecindad; es decir, representa el acompasamiento de estilo resultado del cruce frecuente entre personas; incluye rasgos de atracción y deseo de colaboración, materializable a escala inmediata, doméstica, vecinal.

Entre otros rasgos de diseño para el contacto social están la (relativamente alta) densidad de vivienda, los equipamientos comunes (lavandería, salón-cocina-comedor, porches o galerías conectados, aparcamiento periférico, etc), todos ellos con el objetivo de fortalecer la interacción social y con ello, la comunidad, es decir, desarrollar propincuidad. Algunos rasgos, pues, los comparte con el “nuevo urbanismo”. Pero la acción en el cohousing va más allá de la construcción física de la comunidad según códigos preestablecidos; con actividades que involucran la proactividad de cada vecin*. En esto se acerca de nuevo a las comunidades intencionales, en que buscan crear un estilo de vida colectivo cooperando y contribuyendo a diario en las decisiones comunitarias, que terminan actuando de apoyo entre residentes.

La participación vecinal de un cohousing es voluntaria y depende de las habilidades de cada individuo y de su grado de compromiso. La participación comienza antes de la fase de diseño, cuando el grupo de vecin*s comienza a tomar forma; y continúa a lo largo de la vida de la comunidad. La colaboración entre vecin*s es esencial para que evolucione, especialmente durante las fases previa y de diseño. Cuánto duran estas fases es muestra del compromiso vecinal y de los recursos que ponen al servicio de la cohesión como comunidad. En estas fases sucede el cambio del pensamiento individual al pensamiento colectivo. Si esto sucede de modo continuo, surgen oportunidades para que l*s vecin*s desarrollen sus habilidades de comunicación y sus estrategias para la toma de decisiones, de las que harán uso en el futuro, para mantener la comunidad. (McCamant & Durrett, 1994; Olson, 1992). Pasando continuamente del pensar al hacer, los objetivos comunitarios se actualizan y se resuelven los ajustes sociales y materiales que van surgiendo a diario.

Para simplificar y mostrar la flexibilidad del modelo de cohousing, McCamant & Durrett (1994), reduce las características comunes del cohousing a 4, siendo ninguna exclusiva y requiriéndose una combinación ad hoc de las cuatro:
· Procesos participativos durante la formación, diseño y desarrollo de la comunidad.
· Diseño intencional de cada vecin*, según los principios del diseño para la acción social, es decir, provoncando propincuidad.
· Numerosos equipamientos comunes: para aportar soluciones colectivas prácticas y facilitar objetivos sociales.
· Completa gestión y soberanía vecinal, corresponsables del mantenimiento de la
comunidad.

A estas 4, suele añadir otras dos, más dependientes de cada concreta comunidad:
· Una estructura horizontal, no jerárquica en la que l*s vecin*s toman distintos liderazgos para lograr distintas metas, manteniendo el mayor número de acciones y decisiones en la comunidad.
· Ingresos y recursos separados, es decir, autonomía económica de l*s vecin*s, no dependiente de las finanzas comunitarias, generadas internamente.

En la actualidad en la península hay numerosas iniciativas similares, desde las que optan por el modelo Andel, como las de Sostre Civic en Cataluña, hasta las más espontáneas en regímenes de okupación rural, como en el pirineo navarro; u otras mixtas como las promovidas por las Cooperativas Integrales. A nivel privado, autopromovido, hay numerosas experiencias en la cornisa cantábrica, desde los de Housekideak, Auzolan, Etxekoop y de Hondartzan en Euskadi, los de Alendar en Cantabria o los de las Merindades burgalesas; hasta otros conceptos más amplios de la red de ecoaldeas, especialmente en Castilla y Extremadura. En Andalucía y Levante hay numerosos focos centrados en actividades de autogestión del espacio público urbano.

 

Agradecemos a Borja Izaola este interesante artículo que profundiza en co-housing, sus dimensiones y sus fortalezas que ha escrito en el Vivero de Iniciativas Ciudadanas. Si tienes sugerencias o textos que quieres publicar sobre las diferentes iniciativas ciudadanas no dudes en compartirlo con toda la red del vivero.

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