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Lecciones de administración: (1843. 516 p.)

 By Juan Pérez Calvo

DE ADMINISTRACIÓN

DEL

St. UO. 5oó¿ de

CATEDRATICO DÉ EsTA CIENCIA EN LA EsCUELA ESPECIAL

DE MADRID.

D. JOAN ANTONIO DE RASCÓN, D. FRANCISCO DE PAULA HADRAZO,

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i motivo que nos reune hoy en este .sitio merece bien que le consagremos algunas reflexiones. Tanta es la importancia de la instruccion pública, tan grande su influencia en la dicha y prosperidad de la nacion, que al ver abiertas las puertas de esta nueva escuela sentimos latir el corazon de gozo y de alegria. La instruccion pública es un bálsamo suave que cura las heridas de los pueblos y al respirar el aire puro de la ciencia sienten aquella animacion saludable que. dá al hombre, en medio de la desgracia, la esperanza de su felicidad. Los que la promueven, los que preparan á las naciones este manjar suave que es la causa de su prosperidad merecen siempre bien de la patria, y cuando vean crecer el árbol que ellos han plantado, pueden sentados á su sombra, llenarse del noble orgulio que es permitido tener al que sirve bien á su pais.

Pero el establecimiento de estas cátedras no solo debe ser considerado como un progreso en la instruccion pública sino como uno de aquellos fenómenos que revelando el estado de la sociedad prueban que este ser moral se acerca ya á su completo desarrollo, y que ha llegado el tiempo de entregarle el cuidado de sns propios intereses.

Hubo un dia en que los pueblos arrastraban silenciosos la cadena del despotismo sin atreverse á reclamar la parte que legítimamente les correspondia en su gobierne y ora víctimas del fanatismo, ya gimiendo bajo el poder de los grandes, ya en fin pretendiendo ser súbditos humildes del trono para dejar la condicion de vasallos, no acertaron nunca á tomar al poder que andaba por el suelo destrozado por los mismos que le pretendian. De la sociedad y su derecho solo conocían el castillo del señor; su voluntad eran sus leyes y la violencia su justicia. Servían los pueblos á su amo como un instrumento que unas veces despedazaba entre sus manos T otras arrojaba contra los pueblos vecinos para aflijirlos y dominarlos. ¿Cuanta no hubiera sido su admiracion si traspasando la muralla impenetrable que los separaba del porvenir, hubieran podido ver el dia en que .habíannos de vivir bajo de un mismo gobierno , obedecer unas mismas leyes , tener «nos mismos in. tereses y poder reclamar con frente altiva la proteccion de la justicia ? Ya rio hay esclavos ni vasallos, ni hombres de abadengo, de realengo ó de behetría, ni nobles, ni hidalgos , ni plebeyos, ni pecheros, no hay mas que ciudadanos. Ya nadie lleva el nombre del Rey de Aragon, ni de Navarra, ni de Castilla, sino el de la nacion española. ;Qué variacion tan inmensa 1 j Qué marcha tan progresiva y admirable 1 Reunir tantos intereses, igualar tantas clases, destruir tantas preocupaciones, desarraigar tantos abusos, llevar en fin la ley niveladora sobre aquel inmenso é informe canal de prerogativas y prívilejios. Que diferencia de aquel tiempo en que las leyes se escribían en latín y apenas na

die sabia leerlas, á este en que se escriben en lengua castellana y publicadas por la imprenta llegan por cien caminos no solo á los confines de nuestro territorio, sino hasta los estremos del universo. Que diferencia entre las leyes discutidas mil veces en la imprenta y la tribuna , impugnadas , defendidas , analizadas de todos los modos y aquellos actos de barbarie que se llamaban fazañas y usurpaban despues el nombre santo de leyes.

¿Qué le importaban entonces al hombre sus derechos, si no los podia hacer valer y respetar ? El ciudadano nada podia reclamar de la nacion, porque la nacion no existia. no había mas que fuerza por una parte y debilidad por otra y en tanta desigualdad de medios no hay sociedad posible. Si, señores, la nacion no existia ; porque la nacion es la unidad moral pronta á darse leyes, á gobernarse, á defenderse ; es la reunion de intereses comunes , la multitud de relaciones que ligan al ciudadano con sus iguales, y no una porcion de hombres ó de pueblos agrupados por el acaso ó por la fuerza militar. «Los conquistadores antiguos , dice un escritor célebre , confundian desordenadamente en su imperio las repúblicas y los reinos, la civilizacion y la barbarie. Amontonaban como en una batalla despojos , provincias sobre provincias, pero no las reunían; y cuando el féretro salia por la gran puerta de su palacio 'a anarquía entraba por la puerta opuesta. Asi vemos en nuestra historia á muchos pueblos y castillos mudar con frecuencia de dueño, y á grandes estados reunidos por la fuerza de un solo brazo, deshacerse en el instante mismo en que la muerte llamaba á la puerta de su señor.» Entonces apenas podia imajinarse el hombre que tenia que reclamar nada de la sociedad y ni pensaría siquiera que había entre los dos relaciones de derecho y de deber.

Mas hoy que se aproximan los intereses de la nacion y del individuo y caminando en líneas convergentes llegan á cruzarse , hoy que podemos reclamar nuestrós derechos y hacer frente á la opresion, hoy que el grito de una

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