die sabia leerlas, á este en que se escriben en lengua castellana y publicadas por la imprenta llegan por cien caminos no solo á los confines de nuestro territorio, sino hasta los estremos del universo. Que diferencia entre las leyes discutidas mil veces en la imprenta y la tribuna , impugnadas , defendidas , analizadas de todos los modos y aquellos actos de barbarie que se llamaban fazañas y usurpaban despues el nombre santo de leyes.
¿Qué le importaban entonces al hombre sus derechos, si no los podia hacer valer y respetar ? El ciudadano nada podia reclamar de la nacion, porque la nacion no existia. no había mas que fuerza por una parte y debilidad por otra y en tanta desigualdad de medios no hay sociedad posible. Si, señores, la nacion no existia ; porque la nacion es la unidad moral pronta á darse leyes, á gobernarse, á defenderse ; es la reunion de intereses comunes , la multitud de relaciones que ligan al ciudadano con sus iguales, y no una porcion de hombres ó de pueblos agrupados por el acaso ó por la fuerza militar. «Los conquistadores antiguos , dice un escritor célebre , confundian desordenadamente en su imperio las repúblicas y los reinos, la civilizacion y la barbarie. Amontonaban como en una batalla despojos , provincias sobre provincias, pero no las reunían; y cuando el féretro salia por la gran puerta de su palacio 'a anarquía entraba por la puerta opuesta. Asi vemos en nuestra historia á muchos pueblos y castillos mudar con frecuencia de dueño, y á grandes estados reunidos por la fuerza de un solo brazo, deshacerse en el instante mismo en que la muerte llamaba á la puerta de su señor.» Entonces apenas podia imajinarse el hombre que tenia que reclamar nada de la sociedad y ni pensaría siquiera que había entre los dos relaciones de derecho y de deber.
Mas hoy que se aproximan los intereses de la nacion y del individuo y caminando en líneas convergentes llegan á cruzarse , hoy que podemos reclamar nuestrós derechos y hacer frente á la opresion, hoy que el grito de una