12 07 2010
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Papeles de Nombre Falso, Invierno 2004

Umberto Eco y el an lisis semi tico-estructural de los fen menos socioculturales

Las reflexiones sobre los Signos y sus modos de funcionamiento en el mundo social, desde su nacimiento hasta mediados de la d cada del 60, carecieron de argumentos y estrategias metodol gicas precisas. Esta apreciaci n surge tras una r pida recorrida por la historia de esta disciplina. Y es pertinente a pesar de los esfuerzos desplegados desde la primera d cada del s. XX por el ginebrino Ferdinand de Saussure, cuando propuso en su Curso de Ling stica General una ciencia que estudia la vida de los signos en la sociedad. A pesar, tambi n, del manto estructuralista que cubri el per odo 1945/1965, bajo la presencia dominante del antrop logo L vi-Strauss. Finalmente, a pesar de la sistematizaci n de Roland Barthes, expuesta Elementos de semiología (1964). Estos y otros pensadores propusieron pasos decisivos para su constituci n; sin embargo, no existe la menor duda de que uno de los m s exitosos en semejante pretensi n ha sido el acad mico italiano Umberto Eco.

1. La cultura como proceso de comunicaci n

Este intelectual contempor neo escribi un texto fundamental para una disciplina que en opini n de sus practicantes se encontraba en construcci n. Un texto casi incuestionable hasta mediados de la d cada del 70. Su t tulo: La Estructura Ausente. Introducci n a la semi tica (1968) (de ahora en adelante, LEA). Los objetivos de su autor: i) la institucionalizaci n de un campo del saber (la semi tica), ii) la construcci n de una persuasiva sistematizaci n te rica (a partir de la combinaci n de teor as y conceptos ling stico-semi ticos, filos ficos y antroposociol gicos, entre otros), iii) una recuperaci n de la antropolog a levistraussiana a partir de la cr tica de su estructuralismo ontol gico y la apropiaci n de las im genes de la cultura como proceso de comunicaci n, y iv) la aplicaci n sistem tica de modelos anal gicos para la comprensi n de fen menos socioculturales (la obra de arte como recurso epistemol gico). Finalmente, Eco asume la impronta de Barthes: la semiologa poltica: una apuesta desde la izquierda progresista para que se haga nuestra voluntad y no la deseada por capitalismo, los medios de comunicaci n o los factores estructurantes del sentido y de la acci n social.

Desde las primeras p ginas de LEA, Eco muestra el estado del arte de aquello que denomina el ámbito semita a mediados de los sesentas. Una disciplina que se encontraba en v as de difusi n y definici n (Eco, [1968]1989:23) y que recurre permanentemente a sus dos padres fundadores (Saussure y Peirce) para avanzar en la precisi n de sus l mites. Y en una s ntesis digna de imitaci n, detalla un conjunto de investigaciones que incluyen desde los sistemas de comunicaci n m s naturales y espont neos -menos culturales -, hasta los procesos culturales m s complejos (Eco, [1968]1989:12). Una breve presentaci n de estos saberes, contenidos y autores se presentan en la siguiente tabla:

Investigaciones del campo semi tico a mediados de la d cada del 60 seg n Eco (1968:12-21)

Campos del saber
Zoosemitica
Se ales olfativas
Comunicacin tctil
C digos de gusto
Paralingstica
Lenguajes tamborileados y silbados
Cin sica y pros mica
Semitica mdica
C digos musicales
Lenguajes formalizados
Lenguas naturales
Comunicaciones visuales
estructuras narrativas
C digos culturales
Mensajes est ticos
Comunicaci n de masas
Retrica

Este relevamiento le permite a Eco determinar a aquello que denomina los umbrales la semi tica. El primero, umbral inferior, refiere a todas aquellos reas del conocimiento que decididamente no se constituyen a partir de la noci n de sentido. Y menciona: los estudios neuro-fisiol gicos sobre fen menos sensoriales, las investigaciones cibern ticas aplicadas a los organismos vivientes, las investigaciones gen ticas -en las que tambi n se utilizan los t rminos c digo y mensaje -. Y la raz n es simple: se encuentran en el universo del pasaje de se ales. En cuanto al segundo, umbral superior, est representado por los estudios que refieren a todos los procesos culturales como procesos de comunicaci n ( aquellos en los que entran en juego agentes humanos que se ponen en contacto sirvi ndose de convenciones sociales ).

Ahora bien, Eco se manifiesta realmente preocupado por determinar el umbral superior, por el linde entre aquellos fen menos culturales que sin lugar a dudas son signos (por ejemplo las palabras) y aquellos fen menos culturales que parecen tener otras funciones no comunicativas (por ejemplo, un autom vil, sirve para transportar y no para comunicar). Pues entiende que si no se resuelve este problema ni siquiera podemos aceptar la definici n de la semi tica como disciplina que estudia todos los fen menos culturales como procesos de comunicaci n (Eco, [1968]1989:26 y ss.).

Y su inter s en resolver las cuestiones de frontera, esconde una disputa anterior: la protagonizada por Barthes (y su semiología de la connotaciÃ) contra Luis Prieto y Georges Mounin, entre otros (partidarios de una la semiología de la comunicacin). De esta manera, Eco ingresa al conflicto decidido a manifestar su apoyo a la posici n barthesiana, aunque para ello deba realizar un gran esfuerzo silog stico, de pruebas y contrapruebas. S lo reconociendo esta diferencia epist mica -y en el fondo pol tica-, se pueden comprender las famosas de la Hipótesis sobre las que se asienta la siguiente conclusi n: la semi tica estudia todos los procesos culturales como procesos de comunicaci n; tiende a demostrar que bajo los procesos culturales hay unos sistemas; la dial ctica entre sistema y proceso nos lleva a afirmar la dial ctica entre c digo y mensaje (Eco [ 1968] 1989:33 ) .

Las hip tesis propuestas son las siguientes:

  1. Toda cultura se ha de estudiar como un fen meno de comunicaci n (o en su aspecto m s radical la cultura es comunicaci n ). Desde esta posici n, Eco sostiene: a) que la semi tica es una teor a general de la cultura, y en ltimo an lisis, de la antropolog a cultural; b) reducir toda la cultura a comunicaci n no significa reducir toda la vida material a esp ritu o una serie de acontecimientos mentales puros; c) imaginar la cultura como una subespecie de la comunicaci n no significa que sea solamente comunicaci n, sino que se puede comprender mejor si se examina desde el punto de vista de la comunicaci n, y d) los objetos, los comportamientos, las relaciones de producci n y los valores funcionan desde el punto de vista social, precisamente porque obedecen a ciertas leyes semi ticas.
  2. Todos los aspectos de la cultura pueden ser estudiados como contenidos de la comunicaci n (o cualquier aspecto de la cultura puede convertirse en una unidad de sentido). Esta idea se refiere a i) cualquier aspecto de la cultura se convierte en una unidad sem ntica; y ii) si esto es as , los sistemas de significados se constituyen en estructuras (campos o ejes sem nticos) que obedecen a las mismas leyes de las formas significantes. En palabras de Eco: autom vil no es s lo una unidad sem ntica a partir del momento en que se pone en relaci n con la entidad significante /autom vil/. Es unidad sem ntica a partir del momento en que se dispone de un eje de oposiciones o de relaciones con otras unidades sem nticas como carro , bicicleta o incluso pie . Este ser a el nivel sem ntico desde donde puede ser analizado el objeto autom vil. Pero adem s, existe un nivel simb lico, cuando se usa como objeto: en este caso el auto como objeto que transporta gente o cosas se convierte en el significante de una unidad sem ntica que no es automovil , sino por ejemplo velocidad , comodidad o riqueza .

Eco concluye que ambas hip tesis -respaldadas por sus respectivas premisas- se sostienen mutuamente en forma dial ctica: En la cultura cada entidad puede convertirse en fen meno semi tico. Las leyes de la comunicaci n son las leyes de la cultura. La cultura puede ser enteramente estudiada bajo un punto de vista semi tico. La semi tica es una disciplina que puede y debe ocuparse de toda la cultura (Eco [ 1968] 1989:33 ) .

Este enlace obliga a Umberto Eco a desentra ar el fenómeno comunicativo ,: aquello que denomina la comunicaci n cultural . Si todos los fen menos de cultura pueden ser analizados como procesos de comunicaci n entonces se vuelve necesario desarrollar un modelo de comunicaci n que pueda dar cuenta de sus caracter sticas y funcionamiento desde las perspectivas abiertas de la doble hip tesis. Este modelo se muestra en la misma obra de forma sistem tica, y fue denominado Modelo del proceso de descodificaci n de un mensaje po tico ( El esttico). Sin embargo, ya hab a sido presentado por Eco y un grupo de colaboradores -entre quienes se encontraba Paolo Fabbri- en 1965 en el art culo titulado Por una indagaci n semiol gica del mensaje televisivo .

2. El modelo de comunicaci n: elementos y funcionamento

A los efectos de una divulgaci n pedag gica, esta propuesta ser expuesta a partir de las siguientes dimensiones: i) una descripci n sucinta de sus elementos, ii) la din mica de su funcionamiento y, finalmente iii) las ventajas y desventajas como modelo explicativo. Sin embargo, es oportuno se alar -tal como consignar en par grafos posteriores- que este Modelo descodificacin fue adoptado por la comunidad de semi logos de orientaci n estructuralista debido a sus bondades respecto de otros circulantes en su momento. Aceptaci n y vigencia sostenida hasta principios de la d cada del 70, cuando diversos intelectuales producen en forma expl cita y simult nea, el cuestionamiento al estructuralismo levistraussiano y las ling sticas saussureana y estructuralistas. En este sentido, es importante destacar que el mismo Umberto Eco, en tanto intelectual cr tico con capacidad de autocr tica, particip activamente de las discusiones, reconoci las limitaciones de su modelo y fue capaz de elaborar hacia mediados de los a os setentas, una propuesta cualitativamente diferente.

2.1. Descripci n y funcionamiento del modelo

El semi logo Umberto Eco inicia sus reflexiones a partir del modelo de comunicaci n entre m quinas -una situaci n comunicativa sencilla -: he aqu el modelo de la Teor a Matem tica de la Informaci n, expuesto en 1949 por Shannon y su disc pulo Weaver. Y tras una breve descripci n realizada en las primeras p ginas propone un proceso de complejizaci n progresiva que le permite diferenciarlo de otro modelo, sensiblemente diferente: el proceso comunicativo entre seres humanos. Esta comparaci n le ha servido en tanto esfuerzo capaz de trminos y redefinir las relaciones .

A continuaci n se presentan los elementos m s significativos del Modelo descodificacin y sus respectivos modos de funcionamiento en el marco de una semítica estructural.

El Emisor:

Eco inicia su reelaboraci n a partir de la identificaci n en el emisor humano de aquellas dos funciones presentes en el esquema de Shannon (fuente y transmisor). Desde esta mirada, los hablantes se constituyen en una nica fuente de informaci n. Y a partir de esta sencilla operaci n conmutativa, desbarata toda pretensi n de aplicaci n directa e irreflexiva de las im genes propuestas por el modelo de la Teor a Matem tica de la Informaci n al mbito de la comunicaci n entre seres humanos, inclusive del aggiornamiento realizado por Roman Jakobson. Ahora bien, el emisor dispuesto a producir un mensaje se encuentra sometido a un doble proceso de selecci n: por un lado, de unidades de sentido disponibles, y luego de combinaciones posibles entre estas mismas unidades.

El Mensaje Significante:

El mensaje producido se erige en una materia significante, pues es investido de sentido. Esto significa que los agentes presentes en el proceso de comunicaci n no env an una simple se al construida sobre una serie de unidades discretas computables por bits de informaci n, sino una significativamente cargada de significaciones. De esta manera, Eco muestra c mo se produce el ingreso al mundo de los sentidos . Esta perspectiva permite diferenciar dos sistemas de informaci n: a) el f sico (entre m quinas) y b) el semi tico (entre humanos); y respecto a la interacci n humana, dos modalidades de pasaje de informaci n: a) la centrada en la se al (la cibern tica), y b) la centrada en el sentido (semi tica, la comunicaci n cultural ). Eco sostiene que ambos, a pesar de las diferencias, pueden ser llamados leg timamente informaci n , en tanto consisten en un estado de libertad respecto a una ulterior determinaci n de uso (Eco, [1968]1989:130). Sin embargo, el emisor no puede producir cualquier mensaje significante: est constre ido y sujetado a condiciones que le son impuestas pol tica y culturalmente. En otros t rminos: cada mensaje es producto de una alienacin a lograr comunicaci n.

Asimismo, los mensajes en tanto formas significantes -que luego ser n interpretados cuando sean percibidos como mensajes significados- se presentan estructurados, no se constituyen como formas ca ticas, sino que su producci n obedece a cierta l gica , a cierto diagrama estructural que integra y compone como una totalidad a sus partes integrantes. De all que la semi tica-estructural insista en que cada mensaje propone una determinada forma de descodificaci n. Sin embargo, Eco reconoce la existencia de cierta tensi n dial ctica entre determinaci n de lectura -aquello que llama forma - y su apertura -las posibilidades que brinda a m s de una interpretaci n. Tensi n directamente relacionada a la existencia de c digos -en tanto sistema de equivalencias- ambiguos o redundantes (y como ser expuesto en los tems siguientes, cuanto m s ambiguo el c digo en producci n , m s libertad de interpretaci n en recepci n ). En s ntesis: si el mensaje significante ha sido elaborado con c digos altamente informativos y menos redundantes -en el sentido de teor a matem tica Shannon- se presentar n como ambiguos y promotores de instancias de auto-reflexi n , y por lo tanto ser a posible pensar en que quedar m s expuesta a diferentes descodificaciones y m s influenciada a la selecci n de diferentes c digos.

Umberto Eco propone esta conclusi n a partir de sus reflexiones anteriores a prop sito de sobre las obras de arte. En uno de los textos que le otorgaron reconocimiento internacional, Obra abierta (1962), se al que en esos a os se habr a producido aquello que Kuhn llamar a cambio paradigm tico , una transformaci n en la visi n del mundo que se reflejaba en todos los rdenes. Y uno de estos -el cambio en el pensamiento cient fico- le ayud a pensar en que tambi n las producciones art sticas hab an transformado: se habr a producido un desplazamiento de concepciones cerradas -de rdenes claros y prefijados - que han tenido como consecuencia la percepci n de obras art sticas cerradas que poseen un car cter aut nomo y una univocidad tal que el destinatario interpreta directamente aquello que el artista propone, a una poca de donde existe una imagen del mundo dominado por el desorden, caos, indeterminaci n tal como reconstruido por la f sica, la teor a de la informaci n y las corrientes filos ficas en boga.

Esta nueva perspectiva permitir a pensar en que las po ticas contempor neas (se refiere a los movimientos de vanguardia presentes desde principios de siglo en la pintura, el cine, la m sica, la narrativa, la poes a, el teatro) se erigen en torno a la indeterminacin y ambigedad y que obligan a pensar en la activa participaci n de los destinatarios. De esta manera, cambia la posici n del destinatario del mensaje (de pasivo a activo) lo cual conlleva a una transformaci n en la concepci n general del modelo de comunicaci n humana.

Los C digos y Subc digos (en producci n):

De acuerdo a las l neas anteriores, Eco entiende que a la hora de producir el mensaje, el emisor se encuentra doblemente constre ido: por un lado, respecto al uso de determinadas unidades culturales y en segundo t rmino, respecto a sus combinaciones. Pero esta posibilidad, s lo puede alcanzarse en tanto y en cuanto las culturas desarrollen sistemas de c digos: es decir, convenciones sociales -que implica la dial ctica consenso/imposici n, y por lo tanto la ubicaci n de la lengua como fen meno social- d nde a determinado significado le corresponde un determinado significante. Ahora bien, Eco sostiene que las unidades culturales (significados), la materia significante y los c digos -que permiten la correspondencia/equivalencia de ambos conjuntos-, conforman sistemas donde cada uno de aquellos adquiere un valor posicional en su interior.

En t rminos generales existen dos posibilidades (doble faz) para pensar la noci n de c digo. Por un lado, se entiende como un sistema (una estructura) de posibilidades, superpuesto a la igualdad de probabilidades del sistema en su origen que cumple con la funci n de limitar el n mero de elecciones posibles; y por otro, se muestra como facilitador de los procesos comunicativos, y por lo tanto, como sistema codificante. (Eco,1968/1989:54-56). De manera tal que en la producci n de un mensaje se pone en juego aquello que ha sido denominado la funci n ordenadora del c digo.

En el primer caso, esta funci n limita las posibilidades de combinacin de las unidades en juego y el n mero de los que constituyen el repertorio. Es decir: en la situaci n de igualdad de probabilidades de origen se introduce (se superpone) un sistema de probabilidades, y s lo algunas de sus combinaciones son posibles. Y en este sentido, la informaci n de origen -en sentido matem tico- disminuye, pero aumenta las posibilidad de transmitir mensajes (Eco, 1968/1989:53). Una vez m s: la presencia del c digo facilita la comunicaci n, en tanto reduce los niveles de entrop a y ruido que se pueden generar en los sistemas de informaci n.

Pero tambi n Eco se al que el c digo posee otras caracter sticas. Por ejemplo, al constituirse en una sociales Convención, goza de una particularidad: su historicidad, su dependencia de la variable de Espacio -tiempo. En su texto demuestra la inestabilidad de los sistemas, aunque except a -y no muy convencido- los casos raros de definiciones cient ficas (Eco, 1968:123). Asimismo, en la comunicaci n humana, los c digos ponen en evidencia la presencia de la cultura. Es decir: aquello que es posible pensar y hablar, seg n la diversidad de formas de vida. Tambi n es cierto que existe desigualdad en la posesi n y uso de los c digos de acuerdo a caracter sticas sociodemogr ficas y socioculturales en los que se encuentra inserta la comunidad de participantes de los intercambios. Asimismo, a partir de un trabajo de recuperacin arqueolgica podr a reconstruirse aquello que ha denominado cdigo base, el llamado cdigo denotativo (en nuestro caso de la lengua castellana contempor nea): un c digo fundacional a partir del cual se erigen subcdigos -subsidiarios, aunque no menos importantes en el intercambio cotidiano. En este sentido, puede afirmarse que el emisor dispone de una multiplicidad c digos cuya elecci n para dar sentido a un mensaje estar a determinada por una serie de circunstancias: a) la situacin de la comunicacin y b) el conjunto del patrimonio del saber.

En esta l nea es pertinente la siguiente afirmaci n: el estudio del c digo constituye una problem tica central de la semi tica-estructural. Y su presencia llega a erguirse como una verdadera clave de lectura. Inclusive Eco se pregunta si el hombre es libre de comunicar todo lo que piensa o si est condicionado por el c digo. Y la respuesta, clara y sin rodeos, fue que el "emisor es hablado por el c digo . Las razones expuestas por Eco son las siguientes: el emisor est sometido a una serie de condicionantes biol gicos y culturales lo cual permiten pensar que en la mayor a de los casos habla por los automatismos del c digo. Empero, no cae en el reduccionismo extremo, pues sostiene que aun hablado por el c digo, el emisor superpone las reglas y el sistema de probabilidades del c digo a la riqueza de las informaciones posibles y de las que se hubieran podido generar si no hubiera control de aqu l. Es decir: a n con las limitaciones del c digo, existe un sistema de posibilidades que obliga a decisiones.

El recorrido did ctico presentado hasta el momento, impone aclarar la particular mirada de Umberto Eco sobre un conjunto de conceptos dispuestos en varios p rrafos con mayor o menos soltura. Y estos son: sentido, significado y denotacin. El sentido fue presentado como un determinado recorrido (una selecci n binaria, en t rminos de la teor a shannoniana) elegido por el emisor entre las disponibles como hablante de una lengua (y su uso). Respecto a la denotacin, el sentido que tiene lugar dentro de un conjunto de otras unidades que forman parte de un campo interrelacionado. Y en cuanto al significado, como una unidad cultural (y por lo tanto, definido culturalmente y distinguido como entidad). De esta manera, se entiende c mo no est ligado al referente (el objeto), sino a una de las posibilidades en la que se presenta la significaci n. Y s , c mo se encuentra ligado a un sistema global sem ntico donde encuentra su identidad, por ejemplo: el t rmino /perro/ no denota un objeto f sico, real, existe, verdadero , sino una unidad cultural que permanece constante e invariable aunque se traduzca como /dog/, /cane/, etc.. O que corresponde a una mayor extensi n o intenci n (como por ejemplo aquello que se considera /delito/). O, finalmente, que requieren de varias unidades culturales y por lo tanto de varios t rminos (como /nieve/ para los esquimales). De esta forma, insisti Eco, se aprende a reconocer al lenguaje como fen meno socio-cultural (Eco, 1968/1989:72)

Eco expres que la unidad cultural se define por el sistema, por su lugar en l, por las unidades que se le oponen y la circunscriben. Una unidad subsiste y encuentra identidad en la medida en que existe otra que tiene un valor distinto. Es lo que Eco -recuperando los estudios precedentes- llama campo semntico ( Eco, 1968/1989 : 85), lugar donde se manifiesta la visi n del mundo propia de una cultura. Y desde el punto de vista semiol gico es interesante reconocer que Eco postula i) la posibilidad de que en una misma cultura puedan funcionar semnticos campos contradictorios, ii) que una misma unidad cultural pueda formar parte de dos campos complementarios semnticos, y iii) que en una misma cultura, un campo sem ntico puede deshacerse con gran facilidad y reestructurarse en un campo nuevo, por lo cual una unidad cultural puede asumir desde una mirada diacr nica- valores diferentes. Finalmente, este universo sem ntico estructurado por cada cultura no es una nebulosa , sino que se estructura en sub - sistemas (campos más pequeños) y ejes sem nticos (Eco, [1968]1989:83). Los ejes sem nticos y los campos que se construyen a su alrededor son instrumentos de producci n de datos de una estrategia metodol gica que facilitan identificar unidades culturales y sus posiciones las relaciones de la convivencia y la competencia- a los fines de estudiar mensajes (Eco, 1968/1989:93)

En cuanto a la connotacin , Eco plante su definici n como un conjunto de unidades culturales que el significante puede evocar institucionalmente en la mente del emisor (y como se ver luego, tambi n del destinatario). Evocaci n que de ninguna manera puede entenderse como una disponibilidad ps quica, sino que es totalmente cultural. Ese plus de significaci n -en t rminos de Barthes-, esos subc digos sometidos al arbitrario del campo pol tico y cultural, esa suma de todas las unidades culturales que el significante puede evocar , se presenta de la siguiente manera:

Tipos de connotaci n seg n Umberto Eco ([1968]1989:101 y ss.)

Recursos connota
Significado de definición
El semnticas unidades lo que significa que los componentes
Definiciones ideol gicas
Emotivas
Hiponimia , hiperonimia , antominia
Traducci n a otro sistema Semi tico
Artificio retrico
Retrico - estilsticas
Axiol gicas globales

Subc digos ideol gicos (en producci n)

En el texto de referencia, la ideolog a aparece en primera instancia como residual no semíticos que determina los acontecimientos semi ticos, pues constituye una visi n del mundo compartida entre muchos seres humanos . Esta mirada impone una descripci n de la ideolog a como aspecto del sistema sem ntico global , como una realidad ya fragmentada. Al imaginarla como manera de dar forma al mundo se presupone un proceso de interpretaci n, por lo tanto, sujeto a revisi n cada vez que nuevos mensajes re-estructuran el c digo al introducir cadenas connotativas nuevas, y por ello, nuevas atribuciones de valor. De acuerdo a Eco, definir la ideolog a como visi n parcial del mundo es vincularla a la acepci n marxista ( falsa conciencia ). En este sentido, la ideolog a es un mensaje que partiendo de una descripci n factual intenta justificaci n te rica y que gradualmente se incorpora a la sociedad como elemento del c digo . La ideolog a, bajo el prisma semi tico, se manifiesta como la connotaci n final de la cadena de connotaciones , o como la connotaci n de todas las connotaciones de un t rmino (Eco, [1968]1989:176).

Pero Eco adjudic un nuevo inter s a la semiolog a: saber c mo el nuevo elemento del c digo puede llamarse ideolgico. Su respuesta podr a organizarse en dos dimensiones. La primera, cuando un c digo se convierte en un significante que connota automticamente otra unidad cultural fija ( si consciente o inconscientemente rechazamos la posibilidad de aplicar otra connotaci n ). De esta manera el mensaje se ha convertido en un instrumento ideol gico que oculta todas las dem s relaciones, se ha convertido en un mensaje esclerotizado que ha pasado a ser unidad significante de un subc digo ret rico . En este caso -a adi Eco-, el mensaje oculta (en lugar de comunicar) las condiciones materiales que deb a expresar. Y ha llegado a este estadio porque ha asumido funciones mixtificadoras que nos impiden ver los distintos sistemas sem nticos en la totalidad de sus relaciones mutuas . Un ejemplo bastar para comprender la postura del acad mico italiano: EEUU = capitalismo = libertad .

Respecto a la segunda dimensi n, Eco sostuvo que un c digo puede llamarse ideol gico cuando la estructura del c digo se constituye en la ideolog a misma . De esta manera, la ideolog a no ser a un residuo extra-semi tico, sino directamente la que condiciona la elecci n de determinada unidades culturales y a sus posibles combinaciones.

Relaci n entre aparato ret rico y subc digos ideol gicos ( en producci n )

De acuerdo a la terminolog a de las funciones de Jakobson, la mayor a de los mensajes son persuasivos, a n los preponderantemente informativos. Y la persuasi n, desde una mirada hist rica, se ha identificado con la retrica. Eco no desconoce esta particularidad, motivo por el cual propuso que en en producci n , el emisor puede realizar dos usos de la ret rica, i) nutritiva ( honesta , cauta , guiada por el razonamiento filos fico , generativa , incluida en como dial ctica moderada entre redundancia e informaci n ) y ii) consoladora (predispuesta al enga o , a su utilizaci n en calidad de t cnicas argumentales cosificadas o como t cnicas de propaganda y persuasi n de masas , que finge informar e innovar para confirmar sistemas de esperanzas productos de la historia, que se muestra capaz de movilizar sistemas de est mulos presignificantes en tanto recursos reconocidos como capaces de producir ciertos efectos en los destinatarios).

A partir de estas premisas, Eco sostuvo que al utilizar la ret rica para proponer f rmulas adquiridas , su eficacia descansa en el reconocimiento del c digo, en tanto saberes compartidos y cosificados. Y de all a la noci n de ideolog a, un paso, de acuerdo a las ideas expuestas en el par grafo anterior. De esta manera, si la ideolog a es una unidad cultural aparejable a una f rmula ret rica -en tanto unidad significante-, por inferencia podr a analizarse desde la semi tica-estructural. Modelo cuyas herramientas son capaces de segmentar el campo sem ntico global, ese universo simb lico repleto de ideolog as, que se reflejan en los modos preconstituidos del lenguaje.

La articulaci n ret rica/ideolog a expuesta en las l neas anteriores parecer a negar la autonom a de una u otra: toda ret rica derivar a en construcci n de c digos ideol gicos. Sin embargo, Eco se al que en producci n el emisor -si se lo propone- puede hacer uso de la funci n nutritiva de la ret rica (alejada de la ideolog a, de las frases hechas, de la connotaci n cosificada), y que en tanto arte -caracterizado por el uso de argumentos y premisas informativas- romper con las pretensiones de los c digos ideol gicos presentes en los mensajes, reconvirtiendo aquellas ret ricas en datos de un nuevo conocimiento liberador.

Elementos extrasemi ticos: circunstancia (en producci n)

Si bien Eco refiere a las circunstancias como elementos extra-semi ticos imprescindibles en el an lisis de los procesos de comunicaci n, tambi n es cierto que siempre los asocia a instancias de evaluaci n y descodificaci n de mensajes (la frase t pica es: existen condiciones u ocasiones extra-semi ticas que permiten orientar la descodificaci n en un sentido o en otro ). Reconstruyendo una frase presente en el texto de Eco podr a afirmarse que la circunstancia se presenta como el conjunto de la realidad que condiciona la selecci n de c digos y subc digos, ligando los procesos de codificaci n y descodificaci n con su propia presencia. La circunstancia ser a el complejo de condicionamientos materiales, econ micos, culturales en el cuadro de los cuales se produce la comunicaci n .

Sin embargo, de sus propias palabras se desprende una nueva ense anza: no es menos cierto que tambi n pueden pensarse como previstas por el emisor para minimizar ambigedades. En palabras de Eco, tal actitud ser a posible porque las circunstancias escapan al control semi tico (Eco, 1968/1989:128).

Destinatario

Al igual que el emisor, la imagen de la recepci n se construye a partir de la identificaci n en un nico papel de las im genes de destinatario y receptor de fsico. Pero el cambio no se reduce a simples cuestiones de n mero de elementos presentes en el modelo, puede percibirse un cambio cualitativo: el destinatario no es imaginado como sujeto manipulado , persuadido o influido , pasivo e inactivo , seg n la terminolog a de la Masa Comunicación de Investigación hasta mediados de los 60 s. En palabras del propio Eco ([1968]1989:181), el destinatario transforma los significantes del mensaje en significados, aunque estos sean distintos de los que quer a el [emisor] . Y luego remata: el destinatario funciona como receptor de semntico.

Y esta no es una genial intuici n de un brillante intelectual. S , en cambio, es el producto de trabajo de verdadera imaginacin cientfíca, puesta al servicio de la cr tica a las ideas dominantes en el campo semio-ling stico: pues Eco extendi sus anteriores propuestas sobre las obras de arte en tanto mensajes po ticos a todos los mensajes producidos en el marco de una comunicaci n entre humanos. Es aquello que se conoce como la metfora epistemolgica del Arte. La obra de arte nos obliga a pensar la lengua de modo distinto y a ver el mundo con nuevos ojos; pero en el mismo momento en que se propone como innovaci n se convierte en modelo para la investigaci n del funcionamiento de los procesos de comunicaci n (Eco [1968]1989:177).

Como fue expuesto en tems anteriores, la profunda transformaci n que promovi Eco respecto del destinatario le permiti derribar modelos de comunicaci n anteriores, renovar las condiciones de interpretaci n de los procesos de comunicaci n. Y estas alteraciones mostraron un destinatario partcipe, activo en el proceso de descodificaci n. De una presencia muy diferente al primer esquema de la Teor a de Usos y Gratificaciones del funcionalismo sociol gico norteamericano. Toda la argumentaci n desplegada en LEA, ha intentado poner de relieve la importancia del polo receptor dentro del continum (Eco, [1968]1989:396).

Finalmente ser a til rese ar qu tipo de acci n activa protagoniza el destinatario. Seg n Eco, los agentes realizan un proceso de descodificaci n a partir de su experiencia adquirida, el patrimonio del saber disponible (reconocidas a trav s de los c digos y subc digos de connotaci n), su ideolog a y las circunstancias del proceso comunicativo. Pero a n m s: el tipo de tarea que asigna Eco delinea la imagen de un destinatario comprometidos con el proceso de descodificaci n, interesado en el desciframiento de la estructura -ontol gicamente ausente, pero probable como hip tesis de investigaci n-. Y m s: un Receptor militantes, que a partir de una actitud de distanciamiento, resulta capaz de un trabajo de intelectual: El desautomatizaci n del lenguaje. O en otros t rminos, una reacci n de espaciamiento tras una la sensacin extraeza que precede a reconsiderar el mensaje, mirando la cosa descrita de otra manera y, como es natural, tambi n los medios de representaci n y el c digo en que se refieren (Eco, 1968/1989:153). Esta nueva perspectiva, el destinatario de los mensajes goza de poder y de acuerdo a Eco, puede ejercerlo

El Mensaje Significado:

El mensaje como forma significante -tal como lo enuncia el emisor- resulta una fuente de mensajes captados posibles para el destinatario. Si bien es cierto que el emisor ha estructurado el mensaje para limitar las lecturas posibles, cuando comienza a circular en la esfera publica, aqu l ha dejado de dominar la situaci n comunicativa, y aquella producci n simb lica se encuentra a total merced de la descodificaci n del destinatario. Finalmente si el destinatario se manifiesta activo resulta que el mensaje -en cuanto materia significante- resulta transformado por un proceso de descodificaci n que lo constituye en mensaje significado. La posibilidad de la puesta en discusi n del c digo, y de la presencia simult nea de las circunstancias, saberes previos e ideolog as del destinatario, permitir an hipotetizar la existencia de un proceso de descodificaci n totalmente diferente al imaginado por otras corrientes estudiosas de los procesos de comunicaci n humana.

Esta apertura implica una ruptura total entre los dos polos del continum comunicativo? La respuesta de Eco fue la siguiente: es posible! Las razones de ellos estar an dadas por la ambig edad del c digo del emisor y tambi n por las caracter sticas de destinatario y las circunstancias de la comunicaci n. De aqu que el autor italiano haya promovido la existencia de una dial ctica entre fidelidad al c digo y libertad de interpretaci n e iniciativas a nivel del destinatario. Qu puede hacer la semiolog a? Comparando mensaje-significante y mensaje-significado, puede determinar un campo de libertad m s all del cual no pueden pasar las lecturas y un campo determinacin que constituye la fuerza de su diagrama estructural, su capacidad para ofrecer, junto a una forma vac a, las indicaciones para rellenarla . (Eco, [1968]1989:179)

Desde esta consideraci n c mo se transforma el mensaje-significante en mensaje-significado? Eco describi una serie de trabajos, a saber:

  1. recreacin arqueolgica de los c digos del emisor,
  2. recreacin arqueolgica de las circunstancias en la que el emisor pronuncia el mensaje,
  3. sometimiento a prueba (una interrogaci n) de la forma significante para determinar hasta qu punto resiste la introducci n (por v a de la cr tica) de nuevos sentidos [mediante c digos de enriquecimiento], repudiacin de cdigos arbitrarios que insertos por el destinatario durante su proceso de descodificaci n permitan la irrupci n de sentidos aberrantes (es decir: fuera del campo de sentidos posibles y autorizados por el c digo utilizado en la producci n).

Cdigos sub y- cdigos (en recepcin )

La caracterizaci n de estos conceptos en tanto elementos de la estructura elemental de la comunicaci n, no difieren de las se aladas en la instancia de producci n. Pero en recepci n , se incorporan nuevas consideraciones, por ejemplo: la posibilidad de no compartir el c digo, la discusi n misma respecto al c digo y sub-c digos.

De acuerdo a Eco, la centralidad de la noci n de descodificacin, insta a imaginarla como profundamente distinto a la simple operaci n complementaria a la codificaci n: puede haber diferencias entre el sentido del emisor y el destinatario. Y el hecho de que exista esta diferencia no deber a causar alarma e inquietud ni siquiera implica la existencia de ruidos . En palabras pronunciadas con posterioridad, el semi logo italiano sostuvo que dadas distintas situaciones socioculturales, hay una diversidad de c digos, es decir, de reglas de competencia y de interpretaci n. Y el mensaje tiene una fuerza significante que se puede llenar con distintos significados, con tal de que haya distintos c digos que establezcan distintas reglas de correlaci n entre los significantes y los significados dados. Y siempre que haya c digos b sicos aceptados por todos tendremos diferentes subc digos, por lo que una misma palabra, cuyo significado denotativo m s difundido conocemos todos, puede connotar una cosa para unos y otra para otros (citado por Mannetti, 1995:68). Aqu se ubican todas las variables ligadas a los elementos intermediarios, mediadores, entre emisor y receptor.

Tal como fue explicitado con anterioridad, Eco sostuvo que la ambig edad de los c digos utilizados por el emisor, favorece la utilizaci n de subc digos connotativos y/o ideol gicos. Al utilizar como modelo heur stico los mensajes po ticos/est ticos, Eco demostr que cuanto m s abierto est el mensaje a diferentes descodificaciones, tanto m s influenciada est la selecci n del c digo y de subc digos por las predisposiciones ideol gicas del destinatario, adem s de las circunstancias de la comunicaci n (Eco, [1968]1989:156).

Esta conclusi n habilit a posteriori descripciones de operaciones de descodificaciones al margen de la estructura codificante. Semejantes procesos de descodificaci n fueron calificados de aberrantes. Y LEA, apenas apunta algunas caracter sticas e intentar mostrar su funcionamiento a partir de un esquema titulado Descodificaci n aberrante en las comunicaciones de masa . Pero ser en una obra posterior -escrita junto a su colegio Paolo Fabbri- donde desplegar un conjunto de categor as explicativas. All expusieron una tipolog a de cuatro posibilidades de descodificaci n aberrante: i) incomprensi n (rechazo) del mensaje debido a la carencia total del c digo; ii) incomprensi n del mensaje por disparidad de c digos; iii) incomprensi n del mensaje debido a interferencias circunstanciales , y iv) rechazo del mensaje porque se deslegitima al emisor (citado por Marinetti, 1995:69).

Después de Presentacin Echo , el descodificacin aberrantes adquiridos estatuto de problema emp rico y te rico. Pues si la Teor a Matem tica de la Informaci n insist a en las condiciones ptimas de transmisibilidad de los mensajes, desde este modelo semi tico-estructural se entendi que en lo que respecta a los efectos y funciones de los medios de comunicación no se podr a prescindir de la forma en que se articulan los mecanismos de reconocimiento y de atribuci n de sentido. Especialmente en lo que se refiere a las correlaciones entre los rdenes semi tico (significaci n del mensaje) y sociol gico (las variables aportadas por las investigaciones emp ricas de Lazarsfeld y colaboradores) (Wolf, 1985:140).

Subcdigos ideolgicos

Cuanto m s abierto se encuentre el mensaje a descodificaciones, tanto m s influenciada est la selecci n de c digos y de sub-c digos por las predisposiciones ideol gicas de los destinatarios, ha sentenciado Eco. Pero por qu el destinatario elige una connotacin ideolgica en lugar de otra?. La respuesta de Eco concentr en el proceso de socializaci n, en la experiencia hist rica del destinatario: La experiencia adquirida le ha ense ado lo que se puede esperar de la situaci n denotada y el patrimonio de conocimientos se ha estabilizado como para convertirse en l saber se ha estabilizado (Eco [1968]1989:159).

El concepto de guerrilla semiol gica, propuesto por Eco en 1967 en una de sus sistem ticas columnas period sticas, recre la preocupaci n de los intelectuales europeos, y en especial de algunos italianos, por la ola revolucionaria y alternativa surgida en Latinoam rica. En este sentido, la propuesta ser a algo as como un m todo semi tico de defensa contra la ideolog a del capitalismo presente en los medios de comunicaci n a trav s de la cultura de masas.

Esta propuesta, lanzada como desaf o a los intelectuales comprometidos no deber a ser interpretada en sentido peyorativo o desviante, sino como garant a de la pluralidad cultural y de la interpretaci n libre del destinatario , o en otras palabras: es una descodificacin intencionalmente divergente respecto a la que el emisor habr a predispuesto. Una frase de Eco de aquellos a os resume su mirada sobre la relaci n intelectuales/medios/cultura de masas/semi tica: En cada lugar del mundo hay que ocupar primero la silla delante de cada aparato de televisi n (y, naturalmente, la silla del l der del grupo delante de cada pantalla cinematogr fica, de cada transistor, de cada p gina de un diario) .

Pero c mo romper con los mensajes ideol gicos? Una respuesta sencilla: ms informacin Incorporndole -trabajando sobre la redundancia-, en un movimiento por el cual la informaci n modifica c digos e ideolog as, de hecho se traducen en nuevos c digos y por lo tanto, en nuevas ideolog as. De esta manera, la ideolog a no se elimina -no se llegar a el final de la ideolog a, tal como la afirmaba Daniel Bell en 1957-, sino se reestructura en un procesos de semiosis infinita.

Retrica y subcdigos ideolgicos (en recepcin )

La l gica general es similar a su presencia en producci n . Pero la cuesti n es como la relaci n aparato ret rico/subc digo ideol gico puede ser descubierto y contrarrestado en su arrogancia. Y el camino del an lisis se inicia con el descubrimiento del universo ret rico e ideol gico y reconstruir las circunstancias sociales de las cuales eman . Esto permitir descubrir sus propios c digos en un viaje que va desde la denotaci n hacia la connotaci n. En la obra est n las claves para descubrirla inmersa en el ambiente en que surgi ; las claves para relacionar el mensaje con los c digos de origen, reconstruidos en un proceso de interpretaci n contextual (Eco, [1968]1989).

Luego los c digos son puestos en juego con los propios c digos/subc digos del destinatario. Pero Eco no supuso que tras la confrontaci n, aquellos mensajes quedar an destruidos, sino que sostuvo la existencia de un proceso de aprendizaje: los nuevos mensajes significados, entran y enriquecen los c digos existentes y los sistemas ideol gicos, reestrucutur ndose y preparando a los lectores futuros para una nueva situaci n interpretativa (Eco, [1968]1989:178). Est claro que este tipo de tarea goza de un perfil netamente intelectual .

Este movimiento continuo entre renovaci n de c digos y renovaci n de sistemas ideol gicos, constituye un proceso de semiosis social ( el mensaje crece ) que est constre ido entre un determinado campo de libertad ( m s all del cual no pueden pasar las lecturas so pena de avanzar hacia la descodificacin aberrantes), y el reconocimiento de un campo determinacin (que se constituye a partir de su diagrama estructural, su capacidad para ofrecer, junto a una forma vac a, las indicaciones para rellenarla). Hacia al final de su texto, Eco recuper la historicidad, pero tambi n la imperiosa necesidad de contar con los c digos, pues de lo contrario (aqu pelea con Levi-Strauss), en el futuro alguien que lo desconozca puede introducirle c digos imprevisibles, y tan imprevisibles que la semi tica no puede imaginar (Eco [1968]1989:179).

Elementos semiolgicos extra- condición (en recepcin )

No es un elemento menor en la propuesta de Eco. De su argumentaci n se desprenden coincidencias con aquellas posturas enunciadas oportunamente por Barthes en el marco de una semiologa poltica.

Desde este lugar de enunciaci n, Eco muestra la importancia que la circunstancia en recepci n se instituya como elemento del proceso de la comunicaci n: si la circunstancia ayuda a individualizar los c digos mediante los cuales act a la descodificaci n de los mensajes, en tal caso la [semiolog a] puede ense arnos que en lugar de modificar los mensajes o de controlar las fuentes de emisi n, se puede cambio el proceso de comunicaci n actuando sobre las circunstancias en que va a ser recibido el mensaje. Este es un aspecto revolucionario de la conciencia [semiol gica], y tanto m s importante cuando (en una era en la que las comunicaciones de masas se presentan con frecuencia como la manifestaci n de un dominio que controla lo social por medio de la planificaci n de la transmisi n de mensajes), donde no sea posible alterar las modalidades de la emisi n o la forma de los mensajes, sigue siendo posible (como una guerrilleros [ semiolgica ] ideal) cambiar las circunstancias a la luz de las cuales los destinatarios han de seleccionar sus propios c digos de lectura. La vida de los signos es fr gil, sometida a la corrosi n de las denotaciones y de las connotaciones, bajo el impulso de circunstancias que debilitan la potencia significativa original (Eco, 1968/1989:413). Es el conjunto de la realidad que condiciona la selecci n de c digos y subc digos ligando la descodificaci n con su presencia. Es el complejo de condicionamientos materiales, econ micos, biol gicos y f sicos, que encuadran el proceso de comunicaci n.

No todas las circunstancias se resuelven a trav s de signos. Algunos escapan y es cuando el mensaje (con todas las connotaciones que le permiten englobar la ideolog a y las circunstancias) va a caer en una circunstancia de destino no prevista. Ahora bien, el proceso de comunicaci n puede dominar la circunstancia cuando i) la circunstancia se convierte en un universo de signos (puesta en discurso, referente del mensaje) y ii) esos mensajes producen comportamientos que van contribuyendo a cambiar las circunstancias.

El entrecruzamiento de las circunstancias y de los presupuestos ideol gicos, junto a la multiplicidad de c digos y subc digos, hacen que el mensaje no sea considerado el final de la cadena comunicativa, sino como una forma vac a a la que pueden atribuirse diversos sentidos .

Quiz s una de los aportes m s importantes de cara a la descripci n del proceso es que ni circunstancias, c digos y subc digos formen parte de aquello que la Teor a Matem tica de la Informaci n conceptualiz como ruidos . En absoluto. A n como elementos extra-semiol gicos, participan del proceso general y abierto de la comunicaci n entre seres humanos. Y como se ver en el tem siguiente, no s lo se comprende su presencia, sino que se la fomenta a fin de no quedar atrapados en la fuerza del c digo existente en el mensaje-significante. La caracterizaci n de proceso abierto implic un cambio en la perspectiva total, incluso aquellos elementos no reducibles a intercambios de informaci n.

Pero a los efectos de una investigaci n semiol gica no alcanza con la caracterizaci n procesual y globalizadora. Es preciso su complementaci n con una estrategia que descienda al an lisis de sus fases. Eco entiende este proceso de comunicaci n como abierto, pues el mensaje var a seg n los c digos, y stos funcionan de acuerdo a las ideolog as y las circunstancias. Proceso abierto, en tanto que todo el sistema de signos presentes en el proceso, se reestructuran sistem ticamente a partir de la experiencia de descodificaci n que el mismo proceso de comunicaci n exige. Abierto porque esta descodificaci n se nutre de una red significante infinita que habla de un conjunto de mensajes que se articulan con otros y producen nuevas significaciones. Y esto en forma permanente (semiosis).

En realidad, Eco propuso un modelo de comunicaci n social que sostiene simult neamente el car cter procesual de los fen menos comunicativos y una apuesta en todo diferente a una ingenier a de la comunicaci n que se las ingenia para hacer redundantes los mensajes, para asegurar su recepci n seg n planes establecidos . En este sentido, la realizaci n dial ctica entre el c digo-mensaje, funda las posibilidades de existencia de esta procesualidad de sentidos y define la manera de incrementarla y promoverla . Pero una vez m s -y sum ndose al coro de voces encabezado por Barthes-, Eco record que puede ser utilizada como procedimiento inverso de aclarar los instrumentos para reducir la ambig edad, en donde sea [utilizada como] t cnica de dominio, confusi n mixtificadora (Eco, [1968]1989:411).

2.3. Evaluaci n contextuada del modelo

2.3.1. Las ventajas

El an lisis semiol gico de los c digos (y por lo tanto de los sistemas de convenciones articulados como sistemas) tal como lo ha propuesto Umberto Eco no ha implicado la justificaci n del statu quo socio-pol tico. Es m s: tal como ha sido sostenida oportunamente por Barthes y luego por el mismo Eco, la investigaci n sobre los c digos no intenta definir las condiciones ptimas de integraci n, sino que intenta descubrir las condiciones de una sociedad de comunicantes en un momento dado (Eco, [1968]1989:411).

S ntesis: Qu pasa con la lectura inmanente que caracteriza este per odo? Se rompe con Eco o se matiza o se complejiza? En el texto (es lo que se llama an lisis inmanente) se encuentran las estructuras (c digo) ideol gicas del emisor. Descubri ndolas, analiz ndolas y exponi ndolas, en s ntesis manejando las circunstancias de la comunicaci n, podr desbaratarse la pretensi n comunicativa del emisor. La semi tica del c digo es un instrumento que sirve para una semi tica del mensaje (Eco, 124).

Eco critic con certeza algunas de las nociones claves, es especial las de informacin y cdigo (Mannetti, 1995:66 y 67), desde la certeza de que al momento de asumir la propuesta para explicar el funcionamiento de la comunicaci n social incurr a b sicamente en tres grandes incongruencias: i) su indiferencia respecto al contenido sem ntico; ii) la imposibilidad de observar diferencias entre la comunicaci n masiva y la interpersonal y iii) la informaci n permanece constante a trav s de todas las operaciones de codificaci n y traducci n y iv) la informaci n se propaga a trav s de un c digo uniforme y com n al emisor y receptor.

En su trabajo de la poca, Eco ha propiciado el desarrollo de tcticas de descodificacin: movimientos de corte pol tico-cultural que impongan circunstancias diversas para diversas descodificaciones, permaneciendo inalterado el mensaje como forma significante. Por lo dicho, el proceso de comunicaci n tal como fue expuesto por Umberto Eco -y aceptado por la comunidad de semi logos- evidencia el esp ritu de poca en ciertos pa ses europeos (Francia e Italia, principalmente) a principios de la d cada del 60. Por tal raz n, no debe escandalizar que ante semejantes ideales no han observado que revestirse de optimismo ante semejantes pretensiones no s lo ser a una ingenuidad, sino tambi n un error, pues -como lo entrevi el mismo Barthes- el mismo procedimiento sirve para la contestaci n como para el restablecimiento del dominio .

Ya en esa fecha, los intelectuales italianos se planteaban una cr tica de los estudios norteamericanos sobre la comunicaci n de masas, y -en opini n de Blanca Mu oz (1989:366)- tales posturas involucraban desde la figura de Franco Rositi hasta el propio Umberto Eco. Todo un espritu de la Época marcado por las problem ticas y desaf os respecto de los fen menos ideol gico/culturales impulsados varios a os antes por la figura del comunista Antonio Gramsci. Y a pesar de esta predisposici n, con este esquema se Traduca a la semiolog a aquello que ya era aceptado por la sociolog a de la comunicaci n de masas norteamericana de los a os 50, en especial a partir de los trabajos de Paul Lazarsfeld (comunicaci n en dos niveles, l deres de opini n, presencia del grupo).

Este enfrentamiento tuvo a los semilogos crticos -en una actitud que se repiti en Francia y varios pa ses latinoamericanos - como protagonistas frente a cientistas sociales asentados fundamentalmente en EEUU que vieron los procesos de comunicaci n desde lentes descriptivos y funcionalistas. Y que salvo excepciones se comportaron como soci logos, politic logos y psic logos -sostenidos por universidades, agencias de desarrollo y fundaciones norteamericanas-, imbuidos por una filosof a de la pr ctica profesional cercana corrientes de la ingenieria social e indiferentes ante las vinculaciones hist ricamente existentes entre poder/cultura/comunicaci n. Finalmente, la semi tica estructuralista de Eco dio otro sablazo al neopositivismo del C rculo de Viena, colaborando con la tarea devastadora iniciada por las corrientes hermen uticas, socio-fenomenol gicas y weberianas.

2.3.2.Las desventajas

El Modelo tambi n mostr algunas fallas. Su adherencia al mensaje no le permiti detectar la complejidad del fen meno de la comunicaci n producida desde y por los medios masivos. Asimismo, la posibilidad de descodificaciones diferenciales haya sido una hip tesis fuerte, pero con el tiempo fue calificada como simplista . Simplista en tanto los consumidores de medios no reciben mensajes aislados, sino Paquetes: la oferta de mensajes es simult nea, continua y plural.

Una queja recurrente de quienes se inclinaron por esta pr ctica es aquella que referiere a la operatividad (dominio t cnico) de instrumentos que permitan alcanzar tan nobles objetivos. Al quedar asociada a actividades acad mico-intelectuales, la semi tica estructural parec a menos una actividad pol tico-cultural y m s una muestra de ciertos iniciativas propuestas ritos.

3. Conclusin

En este sentido, puede afirmarse sin temor a equivocaciones, que el Modelo expuesto fue el m s completo y aceptado en el marco de la articulaci n estructuralismo/semiolog a. Su epistemolgico potencial, reside en la posibilidad de englobar en la estrategia de an lisis, la mediaci n de los mecanismos comunicativos sobre la determinaci n de los efectos macrosociales.

Sin embargo, no fue este modelo, el primero de los impulsados en el marco de la articulaci n estructuralismo/semiolog a. En realidad Eco y otros colegas, elaboraron su propuesta de y contra el modelo de Jakobson y sus vestigios de Teor a Matem tica de la Informaci n. Pues el estructuralismo y la primera semi tica que lo secundaba daba por aceptable la propuesta de Jakobson, quien a su vez, introdujo la mirada cibern tica cuando asumi el conjunto de conceptos ligados al modelo informacional (emisor, destinatario, canal o contacto, c digo, mensaje) -aunque le haya incorporado el contexto o referente-, e inmediatamente erigi su teor a de las funciones ling sticas ligadas a cada uno de aquellos conceptos (del Coto, 1993, Ver n).

El Modelo del proceso de descodificaci n del mensaje po tico no apareci en cualquier contexto, sino en el serio y fundamentado intento de Umberto Eco por erigir las bases de un campo del conocimiento, la semi tica, nacida por las respectivas intuiciones cient ficas de Ferdinand de Saussure y Charles Sanders Peirce. Por eso es comprensible la arquitectura del texto: dos secciones dedicadas a la consagraci n de la sepistemo-metodol gica (Secciones A y D), otra dedicada al an lisis de fen menos visuales (verdadera banco de pruebas, debido a que estos fen menos no hab an alcanzado el grado de desarrollo de los estudios ling sticos), uno dedicado a la arquitectura (en tanto fen meno cultural que produce significaciones aunque no haya sido pensada para tal intenci n).

En este esfuerzo, Eco sostuvo la hip tesis de que los hechos socioculturales pueden comprenderse desde la mirada de los procesos comunicativos. Y m s all de ajustes y reflexiones constructivas, lo cierto es que a n pervive la propuesta de analizar los fen menos culturales (incluidos en una sociolog a de la cultura) desde la mirada semi tica: autores como Clifford Geertz, Garc a Canclini y John B. Thompson, entre otros constituyen apenas una muestra.

Las propuestas de Eco no fueron exclusivas del intelectual comprometido con su responsabilidad individual (Eco, 1967/1987:192). Sino que el per odo de auge y despliegue del sistema de medios impuls a diversas iniciativas de lectura cr tica de medios entre los pa ses europeos. En primera instancia, actividades involucradas en propuestas de educacin no formal cuyos objetivos podr an resumirse en las siguientes l neas: dejar de ser simples descifradores de mensajes para convertirse en lectores pensantes de forma tal que aquellos expuestos a los medios conseguir n no pertenecer a un reba o de seres complasivos y complacientes, sino que ser n individuos esc pticos, vitales y desafiantes . O como sostuvo Eco en una reformulaci n de la consabida frase cristiana: H gase nuestra voluntad y no la tuya! (Eco [ 1967] 1987:192 ) .

La expansi n del sistema de medios, el fortalecimiento de aquello que fue conceptualizado como cultura de masas y el inicio por parte de los intelectuales y acad micos universitarios sobre esta problem tica, adem s de cierto recelo sobre el avance pol tico-cultural de Estados Unidos, estado triunfador tras la segunda guerra mundial, fue movilizando intereses hasta lograr consenso respecto a la necesidad de desarrollar programas de educaci n para la recepci n. De esta forma el texto de Eco, escrito en 1967, quiz s no hac a m s que traducir en lenguaje movilizador e intranquilizante, un esp ritu de poca. Como lo demuestra la tarea iniciada en Europa en pa ses como Francia, Suiza, Inglaterra

Umberto Eco mantuvo vigente este esquema hasta mediados de la d cada del 70, y reci n despu s de haber publicado otro texto fundamental para el desarrollo del campo, titulado Tratado de Semi tica General (1975), expuso su nueva propuesta denominada Modelo -semita textual (Wolf , 1987; Grande, 1995; Vilches , 1999).

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