"Abajo la objetividad parlamentaria. �No voten m�s!"
"No hay libertad para los enemigos de la libertad."
(Grafitis universitarios)
ROSARIO
JOSE LUIS ROMERO sol�a repetir, citando a colegas de su especialidad, como Benedetto Croce, que la historia es siempre contempor�nea. Porque el que la escribe, cualquiera que sea el per�odo que analice, lo hace desde su hoy. Es decir: la narraci�n siempre tiene lugar desde una �poca determinada, que es la del autor. Ese autor, a la vez, es una consecuencia de su inmediato pasado y de su tiempo. Significa que su �ptica est� integrada por elementos que se sumaron a su presente, si el suceso que se estudia es relativamente reciente. Sobre el acontecimiento tiene perspectiva. Esa es una ventaja formidable que permite apreciar la totalidad del objeto. Ortega y Gasset dec�a, refiri�ndose, precisamente, a la perspectiva, que el que de verdad quiere ver una catedral tiene que alejarse de ella, porque si se acerca demasiado lo �nico que ver� ser� la porosidad de sus piedras.
Nosotros consideramos que eso, la porosidad de sus piedras, es lo �nico que se ha visto del mayo de 1968 en Par�s. En el siglo XX han tenido muy buena prensa la acci�n directa, la agitaci�n callejera, la movilizaci�n multitudinaria. Bast� y sobr�, para ser canonizado, que ese de-sorden enarbolara banderas atractivas. En ese impulso embellecedor entraron fil�sofos, pensadores, artistas y una inmensa platea mundial que acompa�� con fervor, como si se tratara del nacimiento de la felicidad. El anhelo de encontrar el para�so en la Tierra no es nuevo: es ancestral.
Pero el siglo pasado ha sido el siglo del se�uelo, con los resultados que todos tuvimos el horroroso privilegio de comprobar. La desmesura, la inmediatez, incluso el magnicidio, han sido acompa�ados, aplaudidos, adorados. La humanidad, as� parece, atraviesa per�odos de exaltaci�n por la exaltaci�n misma. Son �pocas en que parecer�a que todo lo que se quiere est� a la vuelta de la esquina, esper�ndonos. Eso ocurri� con el Mayo Franc�s.
Pero nosotros tenemos perspectiva: han pasado cuarenta a�os. El huevo de la serpiente , de Ingmar Bergman, es una excelente pel�cula, que narra el origen del nazismo en Alemania. Nos atrevemos a sostener, en un paralelismo, que el Mayo Franc�s del 68 fue un ensayo general o unas maniobras universales de lo que vino despu�s, en la d�cada del 70: el neofascismo. Totalitario y despreciador de las libertades, como el primero.
Esos j�venes universitarios de Par�s que encendieron la imaginaci�n de millones en el planeta no eran rom�nticos que anunciaban un nuevo mundo. Eran adelantados �tiles de los criminales que vinieron despu�s. Se aburr�an con De Gaulle. El ministro de Cultura de su �poca les parec�a mon�tono. Vale la pena recordar que ocupaba ese cargo, con inmensa solvencia, Andr� Malraux. Pero ellos sent�an hast�o. La sociedad de la abundancia, como no la hab�a conocido nunca la humanidad hasta entonces, los empalagaba.
Ser joven no signific� nunca una garant�a de generosidad y altruismo. Suzanne Labin trae en su libro El drama de la democracia este dato: la edad de los que manejaban los hornos crematorios de los campos de concentraci�n nazis iba de los 20 a los 23 a�os.
Esos estudiantes franceses que ilusionaron a tantos y todav�a son adorados por muchos eran incapaces de valorar la dimensi�n hist�rica y moral de De Gaulle. Este excelente gobernante hab�a salvado a Francia del suicidio hist�rico de Vichy y acababa de rescatarla de nuevo con Argelia. Pero ellos, como los primeros fascistas de Mussolini, quer�an vivir peligrosamente. Protagonizaron lo que Ortega y Gasset hab�a sostenido algunas d�cadas antes en su libro Espa�a invertebrada . Aquello de que hay �pocas en que los hombres superiores atraviesan su tiempo ante la mirada indiferente o el escarnio de mayor�as corrompidas.
La falta de probidad en ciertos an�lisis pol�ticos, realizados por sedicentes cient�ficos que pasan mercader�a de contrabando, quiere imponer la versi�n can�nica de que el fascismo es s�lo una consecuencia residual del capitalismo. Como si en nuestros d�as nadie tuviera noticias del holocausto de millones de opositores en la Rusia sovi�tica de Stalin o en la Camboya de Pol Pot.
El fascismo es el desprecio a la raz�n, el repudio a los m�todos civilizados, el rechazo al di�logo. Dondequiera que este tr�ptico impere, hay fascismo. Porque, como reverso, como daguerrotipo, es tambi�n una manera de pensar, de sentir y de vivir, como es la democracia. S�lo que por el absurdo.
El fascismo, m�s que una cultura, es una contracultura. En ese ensayo general de lo que despu�s fue la d�cada del setenta, estaban los protagonistas que m�s adelante se convirtieron en las Brigadas Rojas de Italia, en las bandas criminales de Alemania o engrosando la ETA terrorista en Espa�a.
No es nunca la idea que se dice defender lo que importa, sino el modo, la manera, los m�todos que se emplean. Desde la �poca b�blica fue as�. No se necesita ser te�logo o ex�geta del Libro Sagrado para saber que siempre "por sus frutos los conocer�is".
Para el fascista, el otro no existe. Esa gimnasia callejera del final de la d�cada del 60 en Par�s fue el proleg�meno de todo el horror del 70. Como en los bulevares, estos falsos garibaldinos, los setentistas, lo quer�an todo de golpe. Eran repentistas y, metodol�gicamente, criminales.
En la ra�z, en el tu�tano, estaba y est� la impaciencia. No pueden ni quieren esperar ni dialogar. No tienen interlocutores. Los dem�s, como lo explica admirablemente el autor b�lgaro contempor�neo Tzvetan Todorov en La conquista de Am�rica , son Moctezuma y ellos, Cort�s. Los dem�s s�lo importan para ser colonizados. Son objetos, nunca sujetos.
Pero esta nota no tiene un inter�s exeg�tico por el Mayo Franc�s del 68. Para nosotros tiene importancia por el ahora argentino, gobernado por una raza que dice reconocer su origen en aquellos sucesos. La capa de gobernantes actuales, sobre todo los dos actores principales: una de derecho y el otro de hecho, tienen la forma y el modo que nacieron en aquel mayo de hace cuarenta a�os. Esa revoluci�n frustrada lo fue porque sus estrellas eran, fundamentalmente, declamadoras. La inmadurez fue cong�nita. Ese inmenso torrente humano que circul� por sus calles no sab�a ad�nde iba. Como toda corriente, por m�s caudal que tuviera, careciendo de fuente surgente, se agot�. Se agot� donde hab�a tenido su origen, pero renaci� como af�n de desquite en algunos pa�ses centrales y en otros marginales. Nosotros padecimos una porci�n de ese espanto. Los que ped�an lo imposible, como no pod�a dejar de ocurrir, generaron pavor; horror y crimen en los que atacaban y en los que reprimieron.
El Mayo Franc�s de 1968 quiso inventar la realidad. Pero la realidad no se inventa. La realidad se analiza, se palpa, se modifica y, eventualmente, se mejora. Siempre teni�ndola en cuenta. Pero no se inventa. Ese pecado mortal es tal vez el Padre, el Hijo y el Esp�ritu Santo de nuestra tragedia argentina actual.
El autor es director del doctorado en ciencia pol�tica de la Universidad de Belgrano.
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